Elena Álvarez Laverón nació en Ceuta en 1938 siendo hija de un coronel interventor en una familia de ocho hijos. Hasta que cumplió quince años la familia residió en poblaciones del Protectorado Español en Marruecos. Haber crecido en esa familia y en esa tierra, donde la atmósfera es clara y limpia, el aire es seco y el sol hace brillar más intensamente los colores, ha dejado en la producción de Elena una profunda huella.

Desde pequeña se sintió inclinada hacia la pintura y lo hizo en el instituto de Tánger, pero en 1954, su padre fue destinado a Gerona, donde continuó su aprendizaje artístico especialmente sobre el retrato, que ha realizado siempre a lo largo de su trayectoria, pero también sintió afición a modelar. Tuvo la oportunidad de entrar como aprendiza en el taller del escultor Backelaine, donde se especializó en la talla en piedra.

Un año más tarde, otro traslado de su padre volvió a llevar a la familia a Ceuta, pero Elena no regresó con ellos. Continuó la formación iniciada, matriculándose en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Jorge de Barcelona, estudios que consiguió pagar gracias a trabajos menores, pintando figuritas o vendiendo los primeros platos duralex que llegaron a España y con esos beneficios poder pagar la pensión en la que estaba instalada.

Mis padres me daban lo que podían, pero con ocho hermanos, ya sabe, los varones primero para estudiar.

Mujer recostada (1976)

Finalizados sus estudios realizó su primera exposición individual y en 1958 consiguió el premio de escultura Aristide Maillol, que concedía el gobierno francés, permitiéndole ampliar estudios en París. En 1959 se trasladó a esa ciudad para estudiar en la Grand Chaumier.

Al terminar la beca, volvió a Ceuta dedicándose a la docencia en el Instituto de Enseñanza, improvisó un modesto estudio y desde el otro lado del Estrecho comenzó una actividad expositiva en diferentes ciudades de la Península. A los 25 años contrajo matrimonio con el médico Aser Seara, y vivió cuatro años en Alemania, que fueron fundamentales en su desarrollo artístico. Para entonces ya había optado por la escultura y realizado algunas obras notables que definen dos de sus propuestas temáticas. “La Maternidad de pie” de 1957 Y “La cabra” de 1960.

Pareja. Unesco – París

Con el tiempo fue ganando madurez y también el tamaño de las figuras, aunque a esto último se lanzó sin grandes dudas. La propia artista reconoció en una entrevista, que la timidez que le llevaba de joven a la introspección, le viene de una ligera afasia para modelar las ideas con palabras. No se puede decir lo mismo de su lenguaje con el mármol o la piedra, un diálogo casi inacabable porque pocas veces coincide con el resultado final.

Laverón, también en su día una activa disidente de Arco, hizo crecer su obra hasta escalar a sólida artista callejera, con encargos repartidos sobre todo en el triángulo mágico de su Ceuta natal, Málaga y Torremolinos, las dos ciudades vecinas entre las que vive y crea.

Atlanta y Nueva York están también en la ruta cosmopolita de Laverón, con creaciones que invitan al tacto en diez museos del mundo. Las curvas inesperadas y los vacíos son parte de su marca personal, un guiño a una línea ascendente en la creación de figuras poderosas y frágiles, y que son la tarjeta de visita que deja en parques y plazas.

El taller de esta mujer tiene aires de escuela cerrada en vacaciones, pero con ella como único profesora y alumna que no se toma un respiro. Se parapeta entre figuras de todos los tamaños y materiales para no evitar hablar de sí misma en su casa, un espacio  que ella misma diseñó.

Monumento a la Convivencia (2005)

Paseo del Revellín. Ceuta

Obras de Elena Laverón se cuentan en el Reina Sofía, el Municipal y el de Bellas Artes de Málaga, o el Toluca de México y los norteamericanos Guggenheim, Hispanic Society of America de Nueva York, y Danforth de Massachusetts, entre otros.

Extractado de:

https://www.diariosur.es/malaga/elena-laveron-grande-20190512221415-nt.html

https://www.elenalaveron.com/