Nació en 1893 en Cottonwood State Farm, Nebraska (Estados Unidos). Los abuelos de Ruth emigraron a América procedentes de Suecia en 1867, cuando su padre apenas tenía con dos años de edad. La familia se trasladó entonces a Kearney, donde a principios de 1880 inauguraron un estudio fotográfico.
Su padre Alfred Theodore Anderson fue fotógrafo de la Hispanic Society y recibió el encargo realizar fotografías de toda España para la elaboración de un amplio estudio antropológico. Ruth recibió de su padre sus primeras lecciones de fotografía en el estudio familiar que poseían en Kearney, donde este ejercía su profesión especializada en paisajes y retratos.
Ruth se inició en el mundo de la fotografía de la mano de su padre, pero estudió un año en la Universidad Estatal de Nebraska y después Magisterio en la Escuela Estatal de Profesorado de la misma ciudad, graduándose en 1915. Retomó sus estudios en la Universidad de Nebraska durante un semestre para después marcharse a Nueva York diplomándose en 1919 en la escuela «pictorialista» de Clarence H. School of Photography. Una influencia que transpira en muchas de sus poderosas imágenes.
Cuando trabajaba como decoradora de interiores, fue contratada por la Hispanic Society of America. Allí estuvo bajo supervisión del director de la institución, Acher Milton Huntington, atrabajando como fotógrafa e investigadora, y en 1922 fue nombrada conservadora de fotografía.
Carnota. Grupo de lecheras “viudas de vivos” emigrados en América
Hizo cinco viajes a España: en el primero de ellos hizo un recorrido por todo el territorio español. En 1924 desembarcó en el puerto de Vigo, durante la dictadura de Primo de Rivera. Desde entonces se afanó en la búsqueda y recopilación de las costumbres de los pueblos, de entre ellos mostró especial interés en el gallego, especializándose en los temas más difíciles de documentar, como lo es la vida cotidiana de las gentes en zonas de complicado acceso. Hasta entonces, ni las actividades de la población trabajadora del campo y del mar, ni la cultura había sido objeto de atención para la fotografía de modo tan exhaustivo. Continuó en el segundo viaje por Galicia y Asturias, no le interesó ni la minería ni los ferrocarriles, sí nuevamente la población, en este caso de Oviedo, por ser más modernas que las de la vecina Galicia, aunque también recorrió las cuencas y el litoral.
En el tercer viaje volvió a Galicia y llegó hasta León, dejando constancia de lugares tan emblemáticos como el Bierzo, el cuarto por Extremadura y Castilla con instantáneas de escenas de la Semana Santa, las fiestas de las Candelas o actividades del mundo agroganadero, desde la actividad de los molinos, hasta el pastoreo. El último lo realizó por Castilla, León y Andalucía en 1930. En definitiva, en las imágenes de los cinco viajes dejó plasmado el legado de gestos imprevistos, algunos de una ternura intemporal, pero siempre ausentes de aspavientos sentimentales, y también retrató oficios y trabajos, siempre desde la distancia de su cámara.
Después de este último viaje centro su carrera en el estudio de los trajes típicos españoles, publicando varios libros y artículos sobre el tema. Realizó un último viaje entre 1948 y 1949 centrándose en este campo y en 1954 fue nombrada conservadora de trajes de la Hispanic Society, cargo que ocupó hasta su jubilación.
Ramona, panadeira, en la feria de Fonsagrada
En su primer viaje por Galicia tomó unas 5.000 fotografías, muchas de las cuales aún permanecen sin positivar, compró otras 2.800 a fotógrafos locales. En el segundo viaje tomó unas 2.800 fotografías. En los primeros viajes estuvo acompañada por su padre que escribió un diario. Viajaron con un Ford de alquiler con un chofer francés y en las fondas donde se hospedaban improvisaban un cuarto oscuro para ir revelando algunas fotos. En su estancia en La Coruña tomó lecciones de castellano y se interesó por la historia de Galicia y por la literatura gallega leyendo a Rosalía de Castro.
Los siguientes los realizó con su amiga la también fotógrafa de la Hispanic Society of America, Frances Spalding. lo que provocó curiosos comentarios en la prensa de la época sobre la conveniencia de que dos mujeres tan jóvenes viajasen solas. Recorrieron casi toda la geografía gallega, desde Muros hasta Corcubión, retratando con un increíble talento plástico, pese a sus ciertas limitaciones técnicas y ambientales, esa tierra de redeiras, de ferias de domingo, de niños descalzos, de mujeres fatigadas y ajadas con enormes fardos en la cabeza recorriendo interminables kilómetros entre pueblo y pueblo con sus sacos a cuestas, descalzas y tirando de arneses las redes llenas de pesca que echaban los pescadores desde el mar, de los alfareros y cesteras y de toda esa geografía gris de la Galicia de la segunda década del siglo pasado.
Hiladera. Fonsagrada 1925
Ruth realizó una labor etnográfica imprescindible para comprender el ámbito sociocultural y las duras condiciones de trabajo y vida de la mayor parte de la población. Antes de la llegada de la Segunda República y sus Instituciones de Libre Enseñanza, en aquellos momentos existían más de seis millones de personas analfabetas y un millón de niños y niñas sin escolarizar en nuestro país.
Estas expediciones fotográficas marcaron toda su carrera; no sólo le permitieron adquirir una experiencia directa vital, sino que además le proporcionaron un material primordial para su trabajo. Hoy sus imágenes ocupan un lugar destacado en la colección de la Hispanic Society of America, ya que constituyen documentos vívidos de costumbres y lugares que, en numerosos casos, ya no existen.
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