Nació en Miranda de Ebro (Burgos) en 1893, de padre ferroviario, comenzó desde niña a mostrar grandes dotes para la costura, de manera que a los catorce años entró como aprendiza en el taller de Rosario Landa, modista de Vitoria. A los 24 años, en 1918, Flora Villarreal se instaló en Madrid, en principio en el mismo piso en el que vive y al año siguiente se casó con el vitoriano Alfonso Cotelo, que fue el padre de sus cinco hijos.
Su elitista casa de modas y taller se instaló, después de la Guerra Civil en el Paseo de la Castellana —entonces llamado «Avenida del Generalísimo»— en Madrid, donde trabajó durante más de cinco décadas en alta costura, dedicando su talento a vestidos de ceremonia y de fiesta, así como a sastrería.
En su tarjeta profesional, debajo del nombre Flora Villarreal aparece la palabra «Costura», vocablo más cercano a la ‘alta costura’ y más distante del concepto de ‘modista’. Siendo considerada junto a Cristóbal Balenciaga, con quien mantenía una estrecha relación profesional, la modista más cotizada por la alta sociedad española del momento.
Villarreal dirigió con mano firme una firma que llegó a contar con más de cien empleados y que basó su estrategia comercial en la reproducción de modelos de alta costura francesa o en la creación de diseños propios siguiendo las tendencias de París. Para ello, la modista fue de las primeras en reiniciar el contacto directo con la capital de la moda, a la que se trasladaba varias veces al año.
Cayetana Fitz-James Stuart el día
de su boda (1947), con el vestido confeccionado en el atelier de Flora Villarreal.
Por una parte se surtía de materiales, como los afamados tejidos de la casa Abraham, pero sobre todo fue una asidua al sistema de compra de patrones de alta costura establecido por la Cámara Sindical de París. Con la “carte d’acheteur” se adquiría el derecho a reproducir los modelos comprados: Dior, Balmain, Lanvin, Castillo, Givenchy, Nina Ricci o Chanel (pero nunca Balenciaga, el más caro de todos y con talleres propios en Madrid) eran confeccionados por Villarreal para clientes de la alta sociedad y celebridades como Grace Kelly o Ava Gardner.
Ana María Cotelo Villarreal el día
de su boda (1944), posando
en los salones de la casa de costura
Villarreal con el vestido confeccionado por
su madre.
Aun así, las creaciones propias de la modista fueron igualmente valoradas, en especial los vestidos de fiesta más glamurosos y sus trajes de novia, como el que confeccionó a la duquesa de Alba y que conserva el Museo del Traje de Madrid. Cayetana Fitz-James Stuart, en su primer matrimonio, lució el vestido confeccionado en raso de color marfil y con encaje de Bruselas del siglo XVIII, cintura marcada y una gran falda compuesta de capas de tul superpuestas; la duquesa lo acompañó con un velo de tul ilusión.
«Siempre me encantó Flora y nunca la reconocieron como a Balenciaga», recordaría la duquesa años después en unas memorias tituladas Yo, Cayetana.
Se retiró en 1968, afectada por glaucoma y falleció en Madrid en 1977.
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