Amalia Avia nació en 1930 en Santa Cruz de la Zarza (Toledo). Vivió la guerra civil y la posguerra entre Toledo y Madrid circunstancia que marcó su obra ya que desde muy pequeña mostró una habilidad y una sensibilidad muy especial para el dibujo.

Se formó en los años 50 en el legendario estudio de la Eduardo Peña en la Plaza Mayor y más tarde en la Academia de Bellas Artes de San Fernando ambas en de Madrid, donde conoció a muchos de sus amigos y compañeros que formaron la generación denominada EL REALISMO MADRILEÑO. Amalia formó parte del gupo junto a figuras tan destacadas de la pintura y la escultura como Esperanza Parada, Antonio López, Julio y Francisco  López Hernández, María Moreno, Isabel Quintanilla, Carmen Laffón, Joaquín Ramo, Enrique Gran y sobre todo con Lucio Muñoz con quien se casó en 1960.

Relizó su primera exposición individual en la Galería Fernando Fe, pero su carrera recibió un espaldarazo cuando en 1964 entró en las legendarias Galerías Juana Mordó, y Biosca, ambas de Madrid.

La Bobia (1963)

La propia artista reconoció en numerosas ocasiones que no es una pintura hiperrealista y que no es la perfección técnica lo que más le preocupa, sino ser capaz de reflejar la huella de lo humano, de las vidas anónimas. Incide en calles, fachadas, comercios, garajes: lugares en general desgastados por el tiempo, en ocasiones viejos y desconchados, donde la pintora coloca su particular mirada de esa ciudad que tanto quiso.

En los años ochenta empezó a trabajar también en interiores. Su reconocimiento oficial comenzó cuando en 1992 se celebró la gran exposición «Otra realidad. Compañeros en Madrid» formando parte del de grupo realistas y abstractos que surgió en torno a la Academia de Bellas Artes de San Fernando. En 1997 se realizó una gran exposición antológica en el Centro Cultural de la Villa de Madrid, que le concedió la Medalla del Mérito Artístico del Ayuntamiento de Madrid. En 2004 publicó sus memorias «De puertas adentro» donde se narra la crónica de la transformación política, social y cultural española a lo largo del siglo XX a través de la trayectoria vital de una niña: ella misma.

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Despacho de Leche (1994)

Amalia murió en Madrid a los 84 años dejándonos esa peculiar manera de ver y de sentir los detalles cotidianos que pasan desapercibidos, y la trama intensa y conmovedora de una vida, en la que aparentemente no ocurre nada especial. Nos ha dejado su voz íntima, cargada de sentido poético, y una recreación de la vida española, en una época de profundas tragedias y vertiginosas transformaciones.