Vidal nació en Barcelona en 1876 en una familia acomodada y culta, integrada en una sociedad burguesa que se relacionaba con el ambiente modernista de la época. Siempre contó con el apoyo de su familia, su padre fue un famoso diseñador de mobiliario, puso todos los medios a su alcance para que pudiera estudiar arte con los mejores profesores, esa posición económica también le permitió viajar sola por Europa, cuando era una temeridad hacerlo, terminando su completísima formación académica en París, donde se instálalo en 1901.
Se matriculó en la popular «Académie Julian» por ser la única escuela de artes para mujeres de todo París y la más cosmopolita de las escuelas alternativas, naturalmente de carácter privado. La academia basaba su exitosa estrategia en talleres separados para hombres y mujeres, pero regidos por los mismos principios, utilizando modelos vivos. Curiosamente la tarifa de inscripción era dos veces más cara para las mujeres que para los hombres y la obra producida por éstas se solía vender mucho más barata. En París entró en contacto con el incipiente movimiento feminista europeo, gracias a su amistad con los editores de La Fronde 19, un diario avanzado para la época, escrito e impreso exclusivamente por mujeres profesionales en acción.
De vuelta a Barcelona, su participación profesional en el mundo artístico se inició a los veintidós años en Els Quatre Gats, donde fue la única mujer que pudo exponer. Mujer activa y comprometida socialmente, vivió de la pintura y de las clases particulares que impartía en su taller de la calle Salmerón, hoy Gran de Gracia, que antes había ocupado Nonell, y de sus colaboraciones en revistas. Entró en contacto con todo el grupo de artistas europeos, fugitivos y refugiados de la guerra en Cataluña, convirtiéndose en una activa pacifista formando parte del Comité Femenino Pacifista de Cataluña.
Damisela (1902)
La Semana Trágica sembró en el corazón de los barceloneses un sentimiento de división de clases muy profundo. Lluïsa se incorporó al Instituto de Cultura y Biblioteca Popular para la Mujer, para ayudar a jóvenes solteras de la clase obrera, o de la clase media baja sin medios, para estudiar o adquirir una formación profesional.
Su obra fue reconocida por la crítica, especialmente por sus retratos, que destacaron por su dominio de la técnica, también por sus escenas costumbristas y paisajes. Lluïsa fue encuadrada en la segunda generación del movimiento modernista debido a los tonos de su paleta, el uso de la transparencia luminosa y en los colores de sus fondos. El crítico Cirici Pellicer afirmó que la catalana aportó al movimiento una visión artística femenina bastante parecida a la que Berthe Morisot otorgó al movimiento impresionista en Francia.
María Condeminas de Rossich (1909)
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