Eva Preetzman Aggerholm nació en 1882 en Sæby (Dinamarca). Fue hija de Ludvig Preetzmann Aggerholm y de Elisa Vilhelmine Berthelsen. Estudió en la Escuela de Bellas Artes de Copenhague y en 1908 se trasladó a París, donde acudió a la Academia Humbert y al estudio de Bourdelle, donde fue perfilando ya un estilo propio.
Eva Aggerholm, la esposa del pintor.
Manuel Vázquez Díaz (detalle) (1914)
Museo de Bellas Artes de Bilbao
Perteneció a una clase acomodada, lo que le permitió no sólo recibir una excelente formación, también viajar a diferentes ciudades de toda Europa, por todo ello Aggerholm consiguió enriquecer su obra con influencias de artistas vanguardistas parisinos y españoles, que asimiló y transformó para crear un estilo propio.
En sus primeros años abogó tanto por la pintura y el dibujo como por la escultura, pero a partir del 1910 decidió volcarse completamente en la escultura. Poco a poco fue creando diferentes obras mediante modelados en barro, para fundir en bronce. Aun así, también experimentó con la madera creando tallas de mucha calidad.
En París conoció al pintor onubense Daniel Vázquez Díaz, con quien se casó en la Iglesia Católica de Copenhague y al casarse también obtuvo automáticamente la nacionalidad española. La fecha del matrimonio no está clara, ya que Eva no se divorció de su primer marido hasta 1912. Al poco tiempo de su matrimonio tuvo a su hijo Rafael (Rafaello Aggerholm Vázquez Díaz), lo que la apartó de la creación artística dedicándose a la maternidad a tiempo completo. Unos años más tarde se instalaron en Madrid definitivamente.
Desnudo (1940)
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía
Participó en el primer Salón de Otoño de 1920 como francesa, lo que posteriormente ha dado lugar a algunos errores biográficos al datar su nacionalidad. En 1921 la pareja de artistas hizo una exposición conjunta en el Museo de Arte Moderno, que suscitó escaso interés, debido principalmente a los nuevos conceptos que aportaron y que eran desconocidos por el gran público. Ramón Jiménez escribió el texto del catálogo, y por tanto, fue el encargado de presentar la exposición. Lo hizo de una manera bastante cuestionable ya que para definir las piezas de Aggerholm utilizó términos relacionados con lo femenino, como “sensualidad ideal”, “corazón lleno”, “extraña emotividad”, aunque también supo reconocerle una independencia artística respecto al esposo, apreciando incluso la influencia que Eva ejerció en Daniel Vázquez Díaz.
Parece demostrado que la influencia fue mutua entre su producción y la de su marido, y que es visible en la relación estética existente entre sus obras. A pesar de ser una escultora que marcó un antes y un después en muchos de sus contemporáneos, su obra es muy escasa debido al parón que supuso la crianza y la maternidad. Pese a ello concurrió a alguna Exposición Nacional en la que fue premiada con una medalla.
El matrimonio pasó la Guerra Civil en Madrid y en la década de los 40 conoció la fama de su marido en los círculos franquistas, en buena medida de la mano de Eugenio d´Ors.
La característica más notable en su producción es la individualización del personaje retratado, lo cual consiguió mediante la interpretación de los rasgos físicos, siguiendo las directrices del espíritu de vanguardia de aquel momento, apostando especialmente por la experimentación y la iconografía femenina. Pese a ello su escultura pertenece al realismo castellano, pues con ella buscó un estudio de la gente y de la raza a través del retrato y se caracterizó por la pura y simple expresividad del volumen, limpio de accesorios, anécdotas y con ausencia de énfasis.
Ocho años antes de su muerte sufrió una hemiplejia del lado izquierdo, impidiéndole la movilidad totalmente. Estuvo postrada en el lecho en su casa de la calle María de Molina, en las afueras del Madrid de entonces. Falleció en esa ciudad en 1959.
La mayor parte de sus obras fue heredada por su familia, algunas de las cuales fueron donadas al Museo Español de Arte Contemporáneo (MEAC).
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