Carmen Mir i Llusada, nació en Balsareny (Barcelona) en 1903. Se inició como modista en la década de los años de 20 del siglo XX. Heredó la pasión por el textil de su padre, empresario del sector.
Desde temprana edad comenzó a mostrar talento propio. Pero era una mujer sencilla, una modistilla de una ciudad muy pequeña, que empezó cosiendo vestiditos en un pequeño taller de Manresa».
Fueron unas épocas muy difíciles, en España se vivía una posguerra. El éxito de sus diseños entre su círculo de conocidas la animó a presentar su propia colección, que fue un gran triunfo y supuso el impulso definitivo para abrir su primera tienda en Barcelona, en los años cincuenta, dedicada a la confección de alta costura.
A petición de una de sus clientas, Aline Griffith, condesa de Quintanilla, en 1969 se decidió a abrir una boutique en Madrid, en el número 86 de la calle Velázquez. Fue el año de su salto internacional. Vestir a Laura Valenzuela en Eurovisión apuntaló su crecimiento de forma definitiva, y empezó a viajar por Estados Unidos, México, Egipto y Australia para presentar sus diseños y exportarlos a tiendas como Saks o Bergdorf Goodman.
Uno de sus logros más sorprendentes fue la invitación que recibió de la NASA para participar en un desfile en honor a la llegada del hombre a la luna. Ideó un traje inspirado en el uniforme de los astronautas que conquistó a los asistentes.
Tres piezas y vestido largo de Carmen Mir (años 70).
Hay un secretillo detrás de aquel traje. En el colaboró mucho mi padre, que leía muchas revistas estadounidenses, como Life, y ayudó a buscar en esas publicaciones imágenes de Armstrong». En California les obsequiaron con el premio «Splendor of Spain».
En su trayectoria sería clave la figura de su nuera, Elisa Lacambra en los años cincuenta. Trabajaron juntas, y aunque competían, lo compaginaron muy bien porque tenían clientelas distintas. Ambas despuntaron en una época en la que las mujeres tenían casi todo en contra. Cada vez que viajaban tenían que pedir permiso a sus maridos y no podían sacar el pasaporte sin su autorización.
Se les atribuye haber ayudado a popularizar la minifalda en España, así como la diversificación de los productos. Lanzaron líneas de zapatos, gafas, colonias, paraguas, pañuelos e hicieron un intento de ropa masculina, algo muy atrevido, pues no olvidemos que vivíamos en una sociedad muy machista y que un hombre pudiera vestir con ropa diseñada por una mujer en aquellos años era como una felonía, según aparece en su página web. Mir triunfó a la sombra de Balenciaga, el modisto que acabaría eclipsando a otros contemporáneos de gran talento
Diseño de Carmen Mir para el desfile que organizó al NASA con motivo de la llegada del primer hombre a la Luna
Los años setenta y la crisis del petróleo supusieron un difícil golpe para la compañía familiar. La industria textil sufrió muchísimo, sobre todo la catalana. Más de la mitad de las empresas quebraron y fue muy duro para todos. Carmen, afectada de una enfermedad senil degenerativa, abandonó su actividad en 1986.
Elisa Lacambra mantuvo la casa de alta costura y emprendió el negocio del prêt-à-porter. Se retiró definitivamente en 2006, cerrando la firma.
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