Olga Esther


Olga Esther

Olga Esther nace en 1975 en Valencia, coincidiendo con la etapa final de la dictadura de Franco. Sus padres, activistas del movimiento antifascista, defensores de las libertades y la justicia social, inculcaron en ella desde muy pequeña los valores e ideales fundamentales en su forma de entender la vida y también el arte.

Siendo todavía muy pequeña, la familia abandona la ciudad, buscando una forma de vida menos artificiosa y se traslada al campo. Rodeada de naturaleza, comienza su amor por los animales. Su casa se convierte en refugio de animales abandonados, conviviendo con perros, gatos, conejos, ocas, gallinas, patos, hámsters… Esa niña de carácter extremadamente tímido encuentra en la lectura un mundo donde sumergirse.

Lee con pasión todo tipo de libros que encuentra en la biblioteca de casa; pero será la fantasía y la ciencia ficción el género literario que la enamorará. Y mientras crece, dibuja y colorea miles de pedacitos de papel. Y pinta princesas y ranas y sueña con castillos y con bosques encantados.

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Dejando atrás sus ideas infantiles de estudiar zoología, inicia con muchas dudas Bellas Artes en la Universidad Politécnica de Valencia, donde nunca se sentirá a gusto. No va a encontrar entre el arte conceptual y la abstracción dominantes en el ambiente docente de la Universidad, un hueco para sus niñas tristes de ojos grandes.

Es durante esta época cuando entra en contacto con el trabajo de la antropóloga feminista Marcela Lagarde. Tras asistir a varios de sus talleres, toma conciencia de lo que significa el feminismo, no solo en lo público, sino también en lo privado. La perspectiva de género dará un vuelco a su vida personal, a su relación con ella misma y con los demás, y es clave para entender su obra.

Los últimos años de carrera los pasa fuera de España. Dos becas la llevan a la República Checa y México. Ambos países, aunque por razones diferentes, marcarán profundamente su vida. En Praga, el movimiento antiglobalización, en México, la caravana indígena zapatista. Forma parte por aquel entonces del Equipo Malvhada. Grupo artístico de orientación claramente feminista, en busca de nuevos lenguajes de expresión, realizando instalaciones en las que, pintura y espacio expositivo se funden para dar significado y coherencia a la obra, más allá del mero objeto artístico.

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A su regreso a España, y mientras trabaja pintando cuadros en serie para empresas de decoración que firma bajo diferentes pseudónimos, su universo personal empieza a tomar forma. Tras pasar por diferentes talleres se instala finalmente en Ruzafa, un céntrico barrio multicultural y bohemio de Valencia.

Sus niñas-nadie que, además de no ser nadie, no tienen a nadie se han convertido en princesas que no quieren ser princesas. Y de esta manera la contradicción que habita en su interior se refleja también en la obra de Olga Esther. Una obra que aúna los anhelos infantiles de los cuentos de princesas con la rebeldía que ello le provoca.

Actualmente se dedica exclusivamente a su pintura, alternando dos espacios creativos complementarios, como son el taller de Ruzafa y su estudio en el campo, una pequeña casa amarilla en las montañas, donde vive rodeada de pájaros y ardillas, junto a su compañero de vida y sus dos perros.

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