Maude Eades Ethel nació en 1882 en Londres (Reino Unido), fue hija de madre soltera por lo que desde niña sufrió la discriminación que la época victoriana imponía. Madge pasó su infancia aislada del mundo, criada por su madre y su tía, y bajo la estricta mirada de su abuelo. A los nueve años de edad, fue entregada al orfanato del Dr. Barnardo en Barkingside, una institución creada era para buscar en los barrios bajos y recibir criaturas abandonadas y extraviadas para alimentarlas, vestirlas y educarlas. Cinco años después enviada a Canadá junto a cientos de niños beneficiarios de un programa del orfanato que ofrecía mano de obra infantil para darles una nueva oportunidad en el nuevo mundo.
Madge pasó la adolescencia en Ontario trabajando en granjas como empleada doméstica y niñera. La vida de la joven inmigrante fue muy dura y a menudo sufrió maltratos. A los dieciocho años logró volver a cruzar el Atlántico y una vez de vuelta a Londres encontró trabajo como enfermera en un hospital. Durante un tiempo vivió con su tía Kate, quien la introdujo en el espiritismo, la astrología y las prácticas de médium.
En 1907, se casó con su primo Tom Gill con quien tuvo tres hijos varones, el segundo niño murió en la pandemía de gripe de 1918 y un año más tarde, dio a luz, por última vez, a una niña que nació muerta y con una desfiguración. A consecuencia de este parto, Madge estuvo al borde de la muerte y a causa de esta larga enfermedad perdió el ojo izquierdo, que sustituyó por otro de cristal.
Algunas fuentes recogen que después de recuperar la salud a los treinta y ocho años, fue “poseída” por primera vez por su espíritu-guía y que su contacto con esta figura fantasma se mantuvo sin interrupción durante el resto de su vida, que ella llamaba Myrinerest (que podría ser traducido como my inner rest, mi paz interior). En 1926 su hijo mayor publicó un pequeño texto en el que relató las actividades que su madre realizaba en un delirante estado de trance, toda una serie de labores creativas propias de la época: dibujar, escribir, hacer punto, ganchillo, tejer, cantar o tocar el piano. Por aquella época Madge empezó a adquirir reputación como medium, organizando sesiones de espiritismo en su casa, realizando horóscopos y ofreciendo profecías espontáneas, mientras paralelamente realizaba trabajos artísticos.
Cuando su salud empezó de preocupar por sus desequilibrios, fue ingresada en una clínica, allí entregó un paquete de dibujos a una médico, este acto tuvo rápidas consecuencias. En 1932 participó por primera vez en una exposición anual de arte de aficionados del East End. Los dibujos a tinta se convirtieron en su principal medio de expresión realizados en postales, hojas de papel o tarjetas, sin tratar sin abandonar su la labor textil: colchas y vestidos profusamente decorados.
La producción de toda su vida se mantuvo casi intacta ya que la visión comercial nunca fue el interés de la artista ni de su familia. Se fue acumulado con los años en el ático de su casa. Su gran producción está marcada por una perseverancia inquebrantable, en una sola noche, era capaz de realizar más de una docena de postales. Empezó a dibujar en gigantescos rollos de tela, para ello tuvo que permanecer de pie durante horas debido a los problemas técnicos que planteaba trabajar en la superficie áspera de un tejido sin tratar que absorbía rápidamente de la tinta. Los rollos eran tan grandes que no los podía ver en su totalidad dentro de la casa ya que podían medir hasta cuarenta metros, pero también cabe destacar el esfuerzo físico que supuso un trabajo monumental.
En sus improvisaciones frenéticas, casi alucinantes, llenaba toda la superficie con patrones de damero que parecen rememorar espacios arquitectónicos imaginarios, remolinos con rostros de mujeres pálidas y descarnadas de expresión sorprendida. En su obra persiste un fuerte impulso decorativo y creativo para recrear la misma imagen una y otra vez de manera obsesiva.
Sin título (1939)
Su obra ofrece una versión personal sobre los arquetipos femeninos y dota a sus dibujos de una ilusión de profundidad fragmentada que recuerda la multiplicación de los espejos rotos.
En sus últimos años, ya anciana y con dolencias variadas su carácter se agrió y se volvió más absorta en si misma. Apenas salía de casa, pasando las noches trabajando incansablemente en su habitación a la luz de una lámpara de aceite y en un estado de auto-hipnosis que la alejaba cada vez más de la realidad. Algunos vecinos hablaron de su mirada inquietante y su discurso excéntrico.
Gill murió en 1961 y dos años más tarde recibió el reconocimiento que no tuvo en vida con una retrospectiva en la Galería Grosvenor de Londres con una selección de su trabajo que incluyó su magnífico lienzo The Crucifixion of the Soul (La crucifixión del alma). Las obras de Madge Gill se conservan en la actualidad en varias colecciones públicas, incluyendo la colección de Art Brut de Lausanne (Suiza) y la colección de Aracine en Lille (Francia).
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