Theodora Henriette Markovitch nació Tours (Francia) en 1907, poseedora de unos deslumbrantes ojos azules, era hija de un arquitecto croata y una madre francesa dedicada a las tareas familiares. Las fotografías de su juventud muestran una familia de alto nivel económico y cosmopolita. Dora creció en Argentina durante los años en los que su padre construyó numerosos edificios en ese país, de ahí su dominio del español.

Desde muy joven mostró mucho interés por la pintura y la fotografía, decantándose finalmente por el arte de la instantánea que simultaneó con una gran preparación intelectual. Estudió en la Academie Lothe donde conoció a Henri Cartier-Bresson cuando éste aún no se había convertido en uno de los mejores fotógrafos, continuó su formación artística en L’École de fotografie de la Ville de París. Para poder asumir el gasto que suponía revelar sus fotografías impartió clases privadas a Pierre Kéfer, a cambio de que le dejara usar el taller, por este motivo algunas fotografías de esta época llevan el sello Kéfer-Dora, pese a que las últimas estaban hechas únicamente por ella. Conocedora de la dificultad que tenía como mujer para poder introducirse en ese nuevo arte, la trayectoria de Dora pasó principalmente por la búsqueda de mentores, algunas fuentes citan que el único consejo que Man Ray  le dio fue que investigara sobre el efecto desenfocado. En esa época también se produjo su encuentro con Brassaï con quien mantuvo desde entonces una larga amistad.

Trabajó también como actriz en la película “Les gens de voyage” de Jaques Feyder ya que perteneció al grupo de los surrealista invitada por André Breton y Paul Éluard, pese a que en aquella época la fotografía de Dora podía clasificarse como clásica, pero con la utilización de  la técnica de la sobre exposición le llevó a realizar obras como “Les Années Vous Guettent” se convirtió en una indiscutible fotógrafa surrealista.

Les Années Vous Guetten (1936)

Victoria Combalía en su libro “Dora Maar” comenta sobre cómo y cuando comenzó en París su relación con Pablo Picasso:

“En una reunión en el café Les Deux Magots, se puso a jugar con la navajita que habitualmente llevaba en el bolso. Haciendo saltar la hoja entre los dedos, no detuvo el juego pese a que la sangre chorreaba por su mano. Picasso quedó hipnotizado y le pidió sus guantes ensangrentados”.

Coincidió con un Pablo Picasso ya maduro y con gran prestigio poco antes del comienzo de la guerra civil española , ella tenía 29 años y él 55 e iniciaron una tortuosa relación amorosa que duró cerca de diez años. Desde un principio hubo un entendimiento intelectual que Picasso no alcanzó con ninguna de sus otras muchas amantes, la producción artística de Maar en aquellos momentos experimentó, innovó y creó grandes obras, con imágenes tan conocidas como el «Retrato de Ubú», que acabó por convertirse en un icono del surrealismo. Dora fotografió todo el proceso de composición del Guernica,, una gran serie que se anticipó a lo que más tarde se conocería como el género foto-documental entre el arte y el periodismo. Su objetivo plasmó minuciosamente toda la metamorfosis de los personajes, un trabajo por el que nunca llegó a cobrar nada, ni siquiera los derechos de reproducción que tan bien le hubieran venido en los difíciles años posteriores.

Retrato de Ubú (1936)

Jaqueline Roque, Marie-Thérèse Walter, Francoise Gilot, Olga Khokhlova, Eva Gouel, Geneviève Laporte o la propia Dora tuvieron en común poseer brillantes historias personales que a raíz de mantener una relación amorosa con Pablo Picasso terminaron en desgraciados finales. Françoise apareció en la vida de Picasso cuando empezó a considerar a Maar excesivamente aburrida, desequilibrada y testaruda. En 1945 la relación se deshizo y Dora, siempre según la versión del propio Picasso, empezó a mostrarse con un comportamiento extraño y paranoico, aunque lo cierto es que fue ingresada en el hospital de Sainte-Anne donde le fueron aplicados tratamientos de electroshock. El gran poeta francés Paul Élouard acusó a Picasso de ser el responsable de tamaño sufrimiento.

“Cuando Picasso me abandonó todos se pensaban que me suicidaría. No lo hice para no darle esa satisfacción”

Anulada y humilla artísticamente, y abandonada en su parte emocional, enmascaró su dolor en un halo religioso como nunca antes había experimentado, para sorpresa de muchos, abrazó el catolicismo con una intensidad que ya nunca abandonaría.

Después de Picasso, solo Dios.

En su retiro retomó su interés por la pintura plasmando pequeños paisajes de la campiña francesa y muy esporádicamente siguió fotografiando, como así lo mostró su legado. No se le volvió a conocer ninguna relación amorosa y sus amistades poco a poco fueron despareciendo de su vida. Murió sola en París a los 90 años, habiendo dejado en testamento 130 obras del pintor malagueño y la mayoría de sus fotografías.

Picasso retratado por Dora Maar mientras realizaba el Guernica para el Pabellón Español de la Exposición Universal de Paris (1937)

Dora Maar fue una grandísima fotógrafa cuya imagen es imposible desligar a la del pintor que la ensombreció. De su obra cabe destacar, aparte del testimonio fotográfico de la realización de la obra cumbre del pasado siglo «El Guernica y de su técnica destacar la forma personal de trabajar el claroscuro y la participación de la fotografía en el grupo surrealista.