En el 2007 el cineasta, fotógrafo y autor estadounidense John Maloof estaba buscando información para escribir un libro de historia sobre Chicago y acudió a una subasta donde compró un archivo de fotografías procedentes de un guardamuebles por 380 dólares. Comenzó a revisarlo y lo desechó para su publicación. Decidió revelar una parte y revender el resto en Internet. Fue entonces cuando el reputado crítico e historiador de fotografía Allan Sekula se puso en contacto con él para evitar que siguiera dispersando aquel material prodigioso y lleno de talento. Maloof, consciente del tesoro rescatado prácticamente de la basura, empezó un minucioso trabajo de investigación, recuperación y protección del archivo de Vivian Maier. Aquello le movió a hacer fotografías similares. Compró la misma cámara Rolleiflex que tenía Vivian y fue a los mismos lugares para hacer fotografías. Indagó sobre su vida y localizó una tienda de fotografía llamada Central Camera donde la conocían y donde solía acudir a comprar rollos de película.
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Vivian Maier nació en Nueva York (Estados Unidos) en 1926 de ascendencia francesa y astrohúngara sus padres fueron refugiados judíos. Pasó su infancia entre Francia y Estados Unidos y cuando contaba 6 años su padre abandonó el domicilio familiar. Junto a su madre convivió una temporada con una pionera de la fotografía, la surrealista Jeanne J. Bertrand y de esa circunstancia vino su interés por la fotografía.
En 1951, con 25 años, se mudó a vivir a Nueva York y en 1956 a Chicago donde pasó la mayor parte de su vida y que fue la ciudad que supuso el mayor aporte a su producción. Vivió en Rogers Park, una de las áreas más densamente pobladas donde se ganó la vida como niñera.
Muchas de las familias para las que Vivian trabajó han contado sobre sus apasionadas creencias liberales. Hay evidencia de ello en una de las piezas de correo encontradas para el Comité Nacional Republicano dirigida a uno de sus antiguos empleados. En el material que ha recopilado Maloof existen muchos recibos, correo (no sólo personal), notas…, todo ello ha sido una fuente fundamental de información necesaria para acercarse a la vida de Vivian. El resultado es el descubrimiento de casi todas las familias en las que Maier trabajó durante toda su vida, así como de bastantes personas que la conocieron.
Era socialista, feminista, crítica de cine y campechana, y llama la atención que prendió inglés yendo al teatro porque le encantaba.
Maier fue una mujer esbelta que tenía una imagen muy personal, solía llevar chaqueta y zapatos de hombre y un sombrero de ala ancha. Pasaba todo su tiempo libre tomando fotografías que luego no enseñaba a nadie, tampoco revelaba muchos de sus carretes porque no se lo podía permitir económicamente y sin que pareciera importarle el resultado final.
También coleccionaba libros de arte y esquelas de periódicos, precisamente de una de ellas reprodujo gráficamente el relato en una de sus películas en Súper 8 la historia de una madre y un hijo asesinados. Maier recorrió los escenarios con su cámara, fotografió en primer lugar el supermercado donde la madre trabajaba, más tarde la casa donde vivía con el hijo, y así, uno a no, inmortalizó todos los lugares en los que ellos habían estado. Todo ese material permanecía en uno de los carretes que el coleccionista encontró, Maier quiso reflejar con ello su idea del paso de la vida.
En 1959 viajó sola a Egipto, Bangkok, Tailandia, Taiwán, Vietnam, Francia, Italia e Indonesia.
Sus instantáneas muestran escenas callejeras de Chicago y Nueva York de entre 1950 y 1990, son trabajos sobre la América urbana de la segunda mitad del siglo XX, que destacan por su singularidad y espectacularidad. Fotos en blanco y negro de gran elegancia, que dibujan una cotidianeidad que se convierte en arte. Aparte de retratar personas anónimas, que no suelen protagonizar las portadas de las revistas, Maier también se representa a sí misma, reflejándose en elementos callejeros, creando así originales autorretratos.
Hacia el final de su vida, se quedó sin vivienda, pero los tres hijos Ginsberg a los que había cuidado de niños le pagaron el alquiler de un apartamento y cuidaron de ella hasta su fallecimiento, que se produjo en diciembre de 2008. Cuando caminaba sobre hielo, se cayó y golpeó en la cabeza, desde entonces su vida ya no pudo ser la misma, fue ingresada a una residencia de ancianos donde falleció cuatro meses después, a los 83 años.
Maier guardaba con recelo más de 120.000 negativos y 2.000 carretes sin revelar que jamás enseñó a nadie.
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