Aurèlia Muñoz nació en Barcelona en 1926, el mismo año que, en diferentes lugares del mundo, lo hacían también Marilyn Monroe, Fidel Castro y la Reina Isabel de Inglaterra. Mientras, en su misma ciudad y ese mismo año, un tranvía atropelló al más reconocido de los arquitectos catalanes: Antoni Gaudí.
De formación autodidacta Aurèlia recogió la tradición de la artesanía del tejido revisándola desde su prisma personal y desde su conocimiento del arte que se hacía en esos momentos. Con sus conclusiones emprendió el autoaprendizaje de unas técnicas tradicionales que habían caído en el desinterés y el olvido, en ellas encontró el medio y el lugar donde poder expresar sus emociones en forma de obras. Asumió el retro de poder utilizar una de las materias de comunicación y creación artística más remotas. Aquellas que forman parte fundamental de nuestra condición humana porque todas culturas han dejado en los textiles y en la cerámica la huella de su historia y se le puede añadir una dato más: los textiles son una materia cotidiana en la vida de la humanidad especialmente elaborada por manos femeninas.
Su trayectoria pueden dividirse claramente en cuatros periodos marcados por las diferentes técnicas y que corresponden a una evolución cronológica como hilo conductor, el descubrimiento identifica los retos que asumió esta artista y que consiguió proporcionarle una autonomía artística.
En una primera etapa trabajó yutes estampados que, por su carácter iniciado en la geometría, la llevaron hasta el patchwork que le permitió emprender el camino hacia la abstracción. Con una de estas obras de carácter geometrizantes “Construcción” participó por primera vez en la Bienal Internacional del Tapiz de Lausana (Suiza) en el Museo Cantonal de Bellas Artes.
Ente Miistico (1977)
Colección del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona
El bordado marcó su siguiente etapa; partiendo de dibujos realizó obras de líneas de puntadas muy finas que le aportaron una libertad total sin las limitaciones que impone el uso de las máquinas, la destreza de su apurada técnica manual le permitió el dominio del recorrido sobre la tela, de la misma forma que el lápiz recorre el papel. En esa época también realizó una investigación sobre las técnicas empleadas en la elaboración de tapices, concretamente estudió afanosamente el tapiz “La Creación” de la Catedral de Gerona. La riqueza de color, la composición, la textura y la monumentalidad de las obras bordadas de esta etapa la convirtieron en una artista destacada y fue invitada a participar nuevamente en Bienales de Lausana del arte textil contemporáneo, en esa época se incorporó al movimiento internacional que André Kuenzi bautizó como La nouvelle tapisserie. El nexo común de este grupo de artistas era la reivindicación del arte textil haciendo especial énfasis en el tapiz como elemento formal del arte contemporáneo.
Las obras realizadas como tapices encaminaron a Muñoz hacia su siguiente etapa: los collages. Rescató de anticuarias viejos roperos provenientes de iglesias en los que pudo encontrar vestimentas con pasamanería, brocados, adamascados y bordado de pintura a la aguja, hilos de oro y plata entorchados en sedas de colores; tapicerías que podrían formar parte de colecciones museísticas y que ella empleó como “fragmentos con historia” y que anunciaron una nueva etapa con dos conceptos importantes: la ilusión por la escenografía y el desarrollo de piezas en bulto redondo dando el definitivo paso de la pintura a la escultura.
Sus investigaciones sobre nuevos lenguajes, inevitablemente desembocaron en obras tridimensionales. Se convirtió en una auténtica virtuosa de la técnica del anudado de fibra, retomó la tradición de la raíz encontrando en ellas una gran fuente de inspiración para generar volúmenes como el marco perfecto de convivencia entre la obra, la arquitectura y el espectador. Con hilos y cuerdas anudadas entre sí, realizó obras precedidas por un cuidadoso estudio que se materializaron en una “maqueta” que a día de hoy pueden considerarse como una obra en sí misma y que recuerdan los estudios previos que Gaudí realizó para la construcción de la Sagrada Familia.
Pájaros Cometa (1982)
Exposición en el Palacio de Cristal de Madrid
En 1982 el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía acogió en el Palacio de Cristal del parque del Retiro de Madrid, una exposición individual titulada “Esculturas tejidas” con lo que pudo recoger el reconocimiento de la más alta institución nacional.
Cabe destacar que durante decenios el arte textil sufrió una cierta marginación por parte de la crítica especializada y cierto sectarismo. La categorización de los textiles en el mundo de las artes plásticas ha sido un proceso lento, en 1880 William Morris quiso rescatar el poder creativo de las artesanías frente a la masificación de la industria en las escuelas Arts and Crafts, en la Bauhaus también surgieron dos personajes importantes en la reivindicación del valor del textil, se trata de los esposos Anni y Josef Albers que desarrollaron piezas basadas en los motivos indígenas encontrados en el Centro y Sur América. Desde entonces la historia del reconocimiento es larga en el tiempo y su evolución, pero es un camino andado que afortunadamente ha dado un resultado muy satisfactorio, actualmente artistas que se clasifican como textiles, utilizan e incorporan nuevos métodos y técnicas como el switch, la serigrafía, la fotografía, la impresión láser o el collage digital desarrollan sus propuestas en diferentes temáticas, aunque seguramente debido a su tradición reivindicativa, hay una gran presencia del mundo gay y tambien de una manera destacada por su tradición femenina es muy recurrente en la producción de mujeres artistas que utilizar su arte para denunciar la violencia de género.
Aurèlia Muñoz está considerada como un referente en las protestas contra la sociedad de consumo desde sus originales obras y sigue siendo una de las figuras más importantes de la corriente denominada “Nouvelle Tapisserie” o “Fibre Art” que en los años sesenta y setenta sentó los cimientos del Arte Textil en España.
Falleció en su Barcelona natal en el 2011 y actualmente, además del Museu del Tapís Contemporáni de Sant Cugat del Vallès, sus obras forman parte de las colecciones del American Crafts Museum de Nueva York, The Art Institute de Chicago, Museo Nacional Centro Nacional de Arte Reina Sofía y el Museo de Arte Moderno de Kioto (Japón) entre otros.
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