Victorina Durán


Nació en Madrid en 1899 su vinculación con el arte se remonta a su primera infancia. Su padre, militar de profesión, tenía el abono número 1 del Teatro Real y su madre era bailarina de puntas en ese mismo escenario (como lo había sido su abuela y su bisabuela). Victorina quiso ser actriz, pero a la familia paterna no les parecía “ni católico ni bien visto” así que se resignó y se dedicó al dibujo y a la pintura. Desde 1917 hasta 1926 estudió en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, donde conoció a Rosa Chacel, a Salvador Dalí, Remedios Varo y Maruja Mallo entre otros, por lo que su producción está vinculada a las vanguardias artísticas de los años veinte y treinta

Se dedicó a la técnica del Batik (que consiste en colorear telas aplicando varias capas de cera y de tinte) con la que cosechó importantes premios tanto a nivel nacional como internacional y representó a España en la Gran Exposición de Artes Decorativas de París de 1925.

En 1926 un centenar de mujeres intelectuales y artistas, por iniciativa de María de Maeztu, con ideas progresistas se unieron para fundar el Lyceum Club de Madrid, un centro cultural inspirado en los Lyceum de Paris y de Londres, destinado a defender la igualdad y la plena incorporación de la mujer a la educación y al trabajo. Fue la primera organización femenina laica que contenía secciones de literatura, música, artes plásticas e industriales, social, ciencia e internacional. Estas mujeres se enfrentaron a la oposición de la Iglesia, de los falangistas y de muchos intelectuales del momento. Un lugar de encuentro y tertulia donde se reunirían mujeres como Carmen Conde, Irene Polo o Lucía Sánchez Saornil. Mujeres rebeldes, feministas y transgresoras. Como calificativo despectivo, llegaron a llamarlas “el club de las maridas”, pero ellas creían en su causa y no cesaron en la lucha por cambiar el sistema jurídico que las desprestigiaba e infravaloraba y por el reconocimiento social. Victorina fue una de las primeras socias del Lyceum Club y sus batiks formaron parte de la primera exposición que se organizó.

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Figurines de «Otra vez el Diablo»

En 1929 ganó por concurso la cátedra de Indumentaria y Arte Escenográfico de la Academia de San Fernando, siendo la primera mujer en conseguir este puesto. En el Lyceum Club conoció a Margarita Xirgu una de las grandes actrices del momento, con la que entabló una gran amistad. Conoció a Rivas Chérif y a Federico García Lorca; quienes fueron pioneros en la dirección teatral de principios de siglo. Fue fundadora del Teatro Escuela de Arte de Madrid y está considerada como una gran investigadora de la historia del traje. Compatibilizó sus trabajos con el diseño de decorados y vestuario para piezas teatrales, precisamente de la obra “Otra vez el diablo: un cuento de miedo en tres jornadas y un amanecer” se conservan los figurines.

Además de su trabajo en la compañía de teatro, Victorina tenía una sección en el diario La Voz, de Madrid, titulada “Escenografía y vestuario”, en la que exponía toda una teoría propia del espacio dramático. Su trabajo supuso una auténtica revolución de la perspectiva escenográfica. En 1937 se marchó a Buenos Aires. Durán no tenía una ideología política concreta, por lo que aceptó la llamada insistente de la Xirgu desde Argentina, que hacía llegar su miedo desde la terrible muerte de Federico García Lorca.

En los años que estuvo en el exilio pintó escenografías y figurines y fue directora artística simultáneamente de los teatros Colón y Cervantes.

Vista de Madrid (1899 – 1993)

Su contacto con el legado cultural indígena le llevó a crear el Grupo Teatro Indígena, en colaboración con Susana Aquino con la que había fundado La Cuarta Carabela, Agrupación Hispánica de Siete Artes en la que ensayaba una nueva variedad teatral consistente en aunar en una única pieza la poesía, la danza y la percusión escenificando el ritmo poético y visualizando la metáfora. El grupo se inspiraba en la plástica pre y postcolombina realizando cuadros, ritos, leyendas, historias y costumbres tradicionales americanas. Durante ese periodo continuó con su producción pictórica y expuso en Uruguay, Brasil, Chile, Alemania, Francia, entre otros. Regresó del exilio en 1949 para trabajar con Salvador Dalí en el Don Juan Tenorio que dirigió Luis Escobar en el Teatro Nacional. Desde ese momento viajó a menudo a París y a Madrid, hasta que volvió definitivamente a España y se instaló de nuevo en la capital en los años 80.

Gracias a los datos encontrados en sus memorias se puede reconstruir el Círculo Sáfico de Madrid, con su década dorada desde la fundación del Lyceum Club hasta que estalló la guerra civil. Victorina Durán se atrevió a vivir abiertamente su lesbianismo en el contexto de una España rancia e intolerante. Murió en 1994, y en su epitafio se puede leer este emotivo texto:

“No sé si habré dejado de amar por haber muerto o habré muerto por haber dejado de amar”


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