Andrea de Mena nació 1654 y su hermana Claudia en 1655 en Granada, fueron hijas del escultor barroco Pedro de Mena. Está documentado que ambas participaron en las tareas desarrolladas en el obrador familiar como forma de colaborar en la supervivencia económica de todo el grupo doméstico, formándose como escultoras de la mano de su padre.
Las dos entraron en el convento de Santa Ana de la Orden del Císter de Málaga el 18 de junio de 1671 cuando habían cumplido 17 y 15 años respectivamente.
Antes de ingresar al convento, las dos desarrollaron su actividad artística en el taller de Pedro de Mena, en la calle Afligidos de Málaga, actualmente convertida en el Museo Revello de Toro. De allí salió una producción magnífica realizada no sólo por el artista sino por sus dos hijas, Andrea y Claudia. Antes de su conversión en religiosas, es muy probable que las dos mujeres participaran de las tareas desarrolladas en el obrador familiar como forma de colaborar en la supervivencia económica de todo el grupo doméstico, formándose como escultoras de la mano de su padre.
Era, de hecho, una práctica común a los grandes talleres artísticos del Barroco: reclutar a los miembros de la familia para que, especializados en determinada área, ayudasen con su trabajo al maestro director, ante la gran demanda de obras. Andrea y Claudia fueron religiosas y la mayor parte de su vida vivieron en el convento malagueño del Cister. Las dos fueron escultoras de gran talento y trascendieron también la visión simplista y casi peyorativa de la monja-artista, como señala Antonio Rafael Fernández Paradas en el libro Escultura Barroca Española. Nuevas lecturas desde los Siglos de Oro a la Sociedad del Conocimiento.
Las cartas de profesión de Andrea y Claudia junto con dos esculturas hechas por Andrea
El talento de las hermanas Mena queda patente en los dibujos de sus propias Cartas de Profesión Religiosa. Generalmente, este tipo de textos se ilustraban con pequeños dibujos anónimos, y en este caso las cartas de las dos mujeres siguen una estética similar, con una cartela que incluye en su interior una imagen de la Encarnación y la Asunción respectivamente, en referencia a los nombres de religión que cada una de ellas escogió.
Sobre las obras de las hermanas De Mena, cabe destacar que han quedado completamente invisibilizadas tanto por la documentación como por la historiografía, en el caso de Andrea y Claudia existen algunos estudios relativos a su actividad -aunque son, en realidad, textos dedicados mayoritariamente a su progenitor en los que ellas aparecen citadas de manera marginal, no obstante, se han hallado algunos documentos que permiten el estudio de esa actividad artística.
Andrea de Mena, Ecce Homo y Dolorosa, antes de 1671
Colección privada
A pesar de que la falta de documentación relativa a estos escritos no permite corroborar la autoría de ninguna de las hijas del escultor, así como tampoco la del propio maestro, esa misma escasez de datos no acepta desestimar la opción de que fuesen realizadas por estas dos mujeres. Lo que han sostenido investigadoras como Rocío Camacho Martínez es que Andrea de la Encarnación, que de todas las hermanas profesas adquirió el puesto de mayor relevancia dentro del convento, pudo ser la autora de ambas cartas y dar el modelo que se seguiría a partir de entonces para ornamentar estos documentos.
En el Libro de donativos y rentas del convento del Cister están documentadas
obras ejecutadas por ambas esculturas, en este caso dos figuras de San Benito y San Bernardo realizadas y donadas por Andrea Maria de la Encarnación y Claudia de la Asunción al convento, para que fuesen sacadas a procesión los días correspondientes a cada santo:
Estas dos esculturas, conservadas hasta mediados del siglo XX en el propio convento, se encuentran actualmente en el Museo de Arte Sacro de la Abadía Cisterciense de Santa Ana.
Andrea y Claudia de Mena, San Bernardo.
Museo de Arte Sacro de la Abadía de Santa Ana (Málaga)
Además, el 22 de febrero de 2000 se subastaron en la casa de subastas Castellana 150, dos esculturas de un Ecce Homo y una Dolorosa firmadas, en la cartela inferior, con el nombre de ‘Andrea de Mena y Bitoria’. Quizá fueron realizadas con anterioridad a su profesión, ya que de otro modo habría sido más oportuno que firmase con su nombre de religiosa, Andrea de la Encarnación, con lo que deberían fecharse, según algunos autores, con anterioridad a 1671.
Finalmente, cabría la posibilidad, de que la tercera de las hijas del escultor, Juana, hubiese participado también del oficio de su padre. El último de los testamentos de Pedro de Mena, otorgado por Catalina de Victoria tras su muerte y fechado a 30 de octubre de 1688, contiene una cláusula por la que declara que su hija, Juana de la Madre de Dios, profesa del convento de Monjas Recoletas del Cister de la ciudad de Granada, no había renunciado, como sí hicieron sus hermanas, a la herencia que le correspondería a la muerte de su padre, pero al realizar determinados gastos le debía a su madre la cantidad de dinero correspondiente por los mismos. Lo interesante es que uno de esos gastos deriva de “dos hechuras de su mano una de San Benito y otra de San Bernardo del tamaño natural acabadas de escultura y pintura cuyo balance comunico importaba hasta mil ducados
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