Zinaída Yevguénievna Lanceray nació en Neskuchnoye (provincia rusa de Kursk, cerca de la hoy ciudad ucraniana de Kharkiv) en 1884. Pertenecía a la familia Benois-Lanceray, una increíble saga de artistas e intelectuales ruso-franceses, de la que se tiene referencias desde el siglo XVI hasta nuestros días. De hecho, el famoso director y actor Peter Ustinov fue también uno de sus descendientes.
En el tocador. Autorretrato (1909)
El padre Yevgeny Nikolayevich, pertenecía a la familia Lanceray, formada por destacados militares y artistas. Su madre Ekaterina Nikolaïevna Benois era descendiente de Louis Jules Benois, pastelero real de la corte de Luis XVI de Francia, que huyó a Rusia cuando estalló la revolución francesa. Al quedarse viuda muy joven, Ekaterina se marchó con sus hijos a vivir con su padre, el prestigioso arquitecto Nicholas Benois. Por ello, Zinaída y sus hermanos se criaron con su familia materna y con su tío, Alexandre Benois, quien ya por entonces era uno de los principales artistas de su época.
En aquel ambiente avanzado, artístico e intelectual de una familia rica y con prestigio; con el cariño y el amor de madre, abuelos, hermanos, tíos y primos, que eran escultores, pintores, arquitectos o diseñadores… Con visitas frecuentes de otros creadores, políticos y pensadores, creció la joven, que compaginaba sus estudios en San Petersburgo con sus estancias en la finca familiar de Neskuchnoye, en un bellísimo entorno de campos de labranza poblado por campesinos y gente sencilla, a los que ella siempre dedicó un amor especial. Zinaída fue educada siguiendo la estela de sus familiares: estudió en la escuela de arte que había fundado la princesa y filántropa Maria Klavdievna Tenisheva, en la que además enseñaban algunos de los mejores maestros del momento.
En los primeros años del siglo XX, la joven viajó a otros países de Europa, para continuar sus estudios y conocer las obras maestras del arte en los museos de París, Florencia o Roma.
Castillo de naipes (1919)
Se enamoró de su primo-hermano Boris Anatolevich Serebryakov, al que conocía desde la infancia, pero contó con obstáculos desde el principio porque los padres de ambos profesaban religiones distintas (ortodoxa y católica), y en ninguna de ambas se admitía fácilmente un vínculo familiar tan cercano. Pese a todo se casaron, desde el principio de su matrimonio Zinaída también fue una adelantada a su tiempo: mientras Boris ingresó como ingeniero en los ferrocarriles rusos, ella continuó su formación como artista y se codeaba con los círculos de la vanguardia rusa, entre los que comenzaron a surgir movimientos intelectuales cada vez más ricos e interesantes. Muchas veces Zinaída asistió embarazada, porque entre los años 1906 y 1913 la pareja tuvo a sus cuatro hijos.
Sus obras de esta época reflejan este momento dulce, sobre todo a través de los retratos de sus hijos. También de esta fase son sus cuadros campestres, con los lugareños de Neskuchnoye, que siempre fueron su inspiración. Uno de sus autorretratos “En el tocador”, de 1909 como joven madre y artista en su esplendor físico y vital, fue la obra que la dio a conocer en los círculos artísticos de aquel momento.
Desayuno (1913)
Sin embargo, la vida apacible, artística y bella de Zinaída dio un vuelco radical a partir de octubre de 1917, con la Revolución Rusa. Entre ese año y 1919, la familia vivió un infierno. La hacienda de Neskuchnoye fue atacada, quemada y totalmente saqueada. Algunos miembros de la familia fallecieron, la mayoría tuvieron que huir de nuevo a Francia. Boris fue apresado y posteriormente enfermó de tifus, murió en 1919.
Los brotes de cultivos de otoño (1908)
La artista no pudo superar nunca la muerte de Boris. Tras el infierno de la guerra, quedó sola, con su madre enferma y sus cuatro hijos. Empobrecida, y con una economía precaria, Zinaída realizaba trabajos de dibujo y pintura por encargo para dar de comer a su familia. En 1919, diez años después pintó a sus cuatro hijos, ya huérfanos en un lienzo titulado “Castillo de naipes”, que parece expresar que su vida se había desmoronado como aquel castillo que los niños levantaban con las cartas. Zinaída siguió pintando por encargo para mantener a su familia. Sin embargo, su aureola como pintora de vanguardia, como joven promesa del arte ruso, había quedado completamente fulminada. Ni la pintura elegante, ensoñadora, romántica, colorista… de Zinaída encajaba con los nuevos movimientos del arte soviéticos, futuristas, categóricos o industriales.
En 1924 recibió un encargo para trabajar en París. Viajó sola a Francia y con intención de volver a Rusia, donde se habían quedado su madre y sus hijos. Sin embargo, no pudo regresar: las autoridades bloquearon burocráticamente su vuelta y le denegaron la ciudadanía rusa, al considerar que había salido a Francia huyendo de la revolución. Durante meses Zinaída luchó hasta que al menos pudo hacer que los más pequeños viajaran a París. Estuvieron separados casi cuatro décadas, hasta que sus hijos pudieron viajar a París.
Sauna (1913)
A finales de los 50, gracias a los esfuerzos de los hijos del artista, junto con algunos amigos del mundo de arte lograron que, finalmente, el gobierno soviético se replantease el caso de la artista ya mayor, y en 1965 se celebraron las primeras exposiciones individuales de Zinaída Serebriakova en Moscú, Leningrado y Kiev: Con 80 años, regresó para la inauguración de las muestras que tuvieron un grandioso éxito. Dos años después, en 1967 falleció en París
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