Patricia Lee Smith nació en 1946 en Chicago (Estados Unidos). Su familia, de origen humilde, inculcó a Patti y a sus hermanos una educación formal que, aquélla abandonó a los 16 años para empezar a trabajar en una fábrica de colchones.
Con su figura andrógina y combativa, Patti Smith ha mantenido siempre su aspecto rebelde, un aroma a los años 70 y el sonido underground en el cual vivió inmersa.
La faceta de Smith como artista plástica es menos conocida que sus trabajos poéticos y musicales. Sin embargo, todas ellas, poesía, música, dibujos y fotografías, se han interrelacionado y se han desarrollado de manera paralela a lo largo de toda su carrera.
La primera vocación creativa de Patti Smith fue la artística. Siendo adolescente conoció el arte de diferentes épocas en sus visitas al Museo de Filadelfia. La falta de dinero hizo que no le fuera posible matricularse en la Facultad de Bellas Artes, sin embargo, se apuntó en una escuela que formaba a profesores de historia del arte. Patti descubrirá gracias a una de sus profesoras, la obra de Amedeo Modigliani, y a partir de entonces se sentirá totalmente identificada con las mujeres que este artista pintaba.
La estancia en Nueva York no fue fácil, en un primer momento encontró empleo en una librería de la Quinta Avenida, pero todavía no tenía una habitación. Un tiempo después Patti se encontró de nuevo con Robert Mapplethorpe que la convenció para que se dedicara más seriamente a dibujar y crear. A partir de entonces comenzó a dibujar a lápiz en un cuaderno del que no se separaba. El dibujo será la base de su trabajo artístico, unos dibujos muy expresivos, esquemáticos, incluso con presencia, en muchos de ellos, de escritura caligráfica, todo ello cargado de gran espiritualidad.
Portrait of Rimbaud (1973)
Además de sus dibujos y pinturas, Patti estuvo interesada desde muy pequeña en el mundo de la fotografía, sin embargo y no será hasta su encuentro con el fotógrafo y amigo Robert Mapplethorpe, a finales de los sesenta, cuando empezó a colaborar con él, como modelo, como amiga y realizando sus propias fotografías.
Será a partir de 1994 Patti comienza a realizar fotos con una land 250 polaroid, una sencilla máquina que no permitía hacer ajustes técnicos. La música, la poesía o el dibujo eran para ella procesos largos y complicados, mucho más que tomar una foto. En cambio, la Polaroid no le reclamaba un gran esfuerzo, era una forma de crear rápida que no le suponía mucha atención y tiempo.
Ella misma no se considera fotógrafa, sólo le gusta hacer fotos de objetos que tienen algún significado para ella. Así podemos encontrarnos con fotos de objetos de sus escritores favoritos como Rimbaud, la cama donde durmió Virginia Wolf o la tumba de Yeats, u objetos de sus amigos como las zapatillas de Mapplethorpe.
Niño en Namibia. África (s/f)
Aunque la mayoría de las fotografías de Patti no incluyen personas, hay algunas pequeñas excepciones. Su familia, sus hijos, su hermana, sus amigos o su marido son objetivo de su cámara. Su fotografía, siempre en blanco y negro, es evocadora y tiene un cierto aire nostálgico.
Patti no se separa de su cámara, y es muy frecuente que en sus viajes, ya sean de trabajo o personales, se dedique a captar todas las imágenes de los sitios que visita. En su reciente visita a Vitoria-Gasteiz para preparar la exposición de ARTIUM la pudimos ver con su cámara en la mano, tomando fotos del museo, de la Catedral Vieja y de algunos rincones del Casco Viejo.
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