Carmen Tórtola Valencia nació en Sevilla en 1882, de padre catalán y madre andaluza. Se ha especulado mucho sobre su misterioso origen; según algunos era una bastarda de la familia real española, según otros era hija de un noble inglés.
Vivió desde niña en Londres, donde recibió una educación victoriana complementada con clases de ballet, música, dibujo e idiomas, gracias a una familia de la alta burguesía que la acogió al quedar huérfana, sus padres habían fallecido en Oaxaca, tras una segunda emigración a México.
Debutó en los escenarios en 1908 en el Gaity Theatre de la capital británica con el espectáculo “Habana” y en los años siguientes actuó por toda Europa, en Rusia y en la India, antes de presentarse en el Teatro Romea de Madrid en 1912, donde no recibió una buena acogida.
Durante la Gran Guerra actuó en dos películas de irregular éxito y llegó a trabajar junto a Raquel Meyer en Barcelona. En la década de 1920 bailó por toda Hispanoamérica, hasta que el 23 de noviembre de 1930, en Guayaquil (Ecuador), decidió abandonar la danza. En el nuevo mundo alcanzó una enorme popularidad, descubrió el arte precolombino y conoció al amor de su vida: Ángeles Magret-Vilá.
En sus exóticos números, como la danza de la serpiente, la danza africana, la bayadera o la danza del incienso, combinaba elementos de un oriente legendario y misterioso con el folklore español en una interpretación personal, modernista, desafiante de reglas y convencionalismos, en búsqueda constante de lo natural y primitivo. Sus coreografías se basaban en una rigurosa documentación, fruto de sus investigaciones, lecturas y viajes, e iban acompañadas de un original vestuario que ella misma diseñaba y bordaba.
Sirena (1914)
De la incomprensión inicial con que fue acogida en España, debido al carácter rupturista de su baile, que no encajaba ni en el clasicismo ni en las “varietés”, y a la amenaza para los valores tradicionales que suponía su independencia vital, pasó a convertirse en icono popular al promocionar con su imagen la conocida marca de perfume, sales de baño, jabón y talco “Maja” de Myrurgia y musa de poetas, pintores e intelectuales de fuste. Sus personajes fueron la inspiración de artistas como Zuloaga, Anglada Camarasa, Ismael Smith. Para Valle-Inclán su andar tenía la gracia del felino, Baroja dejó escrito que moriría con sus uñas clavadas en el cuello, Zuloaga la retrató y Rubén Darío la inmortalizó como “la bailarina de los pies desnudos”, su espectáculo “Salomé” desató las iras eclesiales por su irreverencia al mostrar su sensualidad de cuerpo femenino.
Durante sus años de retiro en Sarriá, en Barcelona, alimentó el mito de la bailarina Tórtola Valencia al tiempo que supo proteger así su intimidad junto a su gran amor Ángeles Magret-Vilà, a quien adoptó en los últimos años para acallar rumores. En esos 25 años se dedicó a la pintura y el coleccionismo.
La maja (1915)
Tórtola fue una excéntrica de su tiempo que bailó ante el sultán de Turquía incorporando por primera vez en la danza española una mixtura perfecta entre lo oriental y lo puramente erótico. Algunos quisieron compararla con la mítica Mata-Hari y ella, evidentemente, no se opuso y fue retratada por pintores como Zuloaga o Anglada Camarasa.
Libre, impulsiva, sensible, independiente, moderna, desafiante, sensual, enigmática, luchadora, cautivadora, contradictoria, exótica, bella, insinuante,… Estos son algunos de los adjetivos con los que se ha querido aprehender la esencia de la personalidad y el arte de Carmen Tórtola Valencia, una de las grandes de la danza de principios del siglo XX, una bailarina (también pintora y escritora) culta, políglota, viajera, pionera en la defensa de los derechos de las mujeres.
Murió a la manera de las grandes reinas locas, retirada en una torre en el barcelonés barrio de Sarrià en 1955, donde se había retirado para pintar (obras que apenas se conocen) y comenzar una colección de arte. Lo hizo en brazos de su gran amor —Angelita— a la que trece años antes había adoptado legalmente para acallar rumores. Y lo hizo también con una notable adicción a la morfina, costumbre establecida entre los artistas decadentes de principios de siglo.
Poses para la marca del perfume, sales de baño, jabón y talco “Maja” de Myrurgia, e imagen final
Enlace a la única danza conservada de Carmen:
La única danza conservada de Tórtola Valencia
http://dbe.rah.es/biografias/9034/carmen-tortola-valencia
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