Julia Alcayde Montoya nació en Gijón (Asturias) en 1855, pero siendo aún niña fue trasladada a vivir a Madrid, aunque no perdió el contacto con su tierra natal, regresando a Asturias siempre que le fue posible.
Autorretrato (1903) (detalle)
Su formación artística comenzó en la Escuela de Artes y Oficios de Madrid y pronto destacó por su capacidad para plasmar emociones con diferentes técnicas como el óleo, la acuarela o el pastel. Al mismo tiempo mantuvo una intensa relación con destacadas figuras de la política y la cultura de aquel momento histórico, entre los que destacan los escritores Benito Pérez Galdós o Emilia Pardo Bazán. Julia tuvo una vida poco convencional para la época que le tocó vivir. Con una posición acomodada, pudo dedicarse a su pasión: la pintura.
Su producción artística está especializada en bodegones, floreros y escenas de caza, aunque también trabajó el retrato, ente los que destaca el dedicado a su padre o su propio autorretrato que hoy en día permanece expuesto en la Casa Museo de Jovellanos de Gijón.
Julia cultivó, además, con gran maestría el paisajismo. Su obra se enmarca en una reproducción fiel de la naturaleza y sus connotaciones climatológicas que se convirtieron en el sello diferenciador de la pintura asturiana de finales del siglo XIX.
Dedicó su vida por completo a la pintura. No se casó en un tiempo en el que el matrimonio hubiera significado dejar la paleta. En su finca de Carabanchel vivió, creó y fue testigo de diferentes movimientos artísticos y sociales de la época.
Frutas (1911)
Colección Museo del Prado
Fue tenaz en su trabajo y eso le hizo participar en casi todas las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes y es la única obra de una autora asturiana en el Museo del Prado. También es considerada como pionera al ser la primera mujer en obtener medalla en la Exposición del Círculo de Bellas Artes de Madrid en 1903, o al convertirse en la única artista seleccionada para la Exposición Internacional de Viena en 1894.
Durante toda su vida tuvo un empeño firme en demandar la visualización de las mujeres en el arte, lo que le hizo participar en el Salón de Pintura de Artistas Femeninas, celebrado en 1929.
La gran cantidad de galardones que acumuló a lo largo de su trayectoria y recibió, además, comentarios críticos muy elogiosos por parte de la crítica que aparecieron en Blanco y Negro, La Ilustración Española y Americana, ABC y El Sol, entre otra.
Naturaleza muerta (1891)
MNAC Museu Nacional d’Art de Catalunya
Su última exposición tuvo lugar en 1935, Nunca dejó de pintar, Julia Alcayde nunca perdió la pasión que la tuvo al pie del cañón hasta el final. Sirva de ejemplo ‘El bodegón de la sandía’, uno de los óleos de las colecciones municipales de Gijón, que firmó con 80 años. Hoy en día su obra se encuentra en diferentes museos como el Museo del Prado, la Casa Museo de Jovellanos o El Museu Nacional d´Art de Catalunya, instituciones públicas y colecciones particulares, no sólo en España sino en ciudades como Múnich, Berlín, Berna, Zúrich, Chicago o Buenos Aires, donde en su momento participó en exposiciones.
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