Magdalena Abakanowicz


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Nació en 1930 en Falenty localidad perteneciente a  la provincia de Varsovia (Polonia) en el seno de una familia de la alta aristocracia, vivió su infancia en una granja agrícola y ganadera y se formó en las academias de Bellas Artes de Gdansk y Varsovia en técnicas pictóricas y escultóricas, especializándose en composiciones de gran formato para las que utilizaba la técnica del gouache sobre cartón y lienzo. Durante esos años en la Academia, también asistió a varias clases de diseño textil que la familiarizaron con la práctica del tejido, la impresión y el diseño de la fibra.

Con la invasión alemana y la participación de Polonia en la Segunda Guerra Mundial, se produjo la deportación de los supervivientes a campos de concentración y la devastación de muchas ciudades, especialmente la de Varsovia. Magdalena tuvo que hacer frente a las penosas condiciones económicas de la época comunista, por lo que para el desarrollo de su vocación artística utilizó materiales naturales que con su brillante creatividad supo transformar en obras escultóricas de gran tamaño y mucha fuerza expresiva. Con esas primeras obras, llevadas a cabo a finales de los años cincuenta, supo plasmar su fascinación por la energía, la monumentalidad y el misterio que esconde el mundo natural, convirtiéndose desde entonces en el sello distintivo de su trabajo.

A mediados de los sesenta, concretamente en 1962, participó en la Bienal Internacional de Tapices de Lausana (Suiza) que fue la primera de sus exposiciones fuera de Polonia y que dio a conocer internacionalmente su revolucionario trabajo que, por la utilización de materiales naturales y de desecho, se adelantó en el tiempo a movimientos como el Arte Póvera italiano. Dados sus conocimientos sobre arte textil, supo unir una técnica hasta ese momento calificada como artesanía al ámbito de su labor creativa. Obtuvo el esperado reconocimiento en la VII Bienal de Sao Paulo con sus «Abakans», unos tapices tridimensionales y abstractos que presentó reunidos como un enigmático bosque totémico; suspendidos desde el techo, aparecieron una especie de monstruos no identificables, pero inquietantes que estaban envueltos en tela de lona. Con este proyecto la polaca irrumpió con fuerza en la escena internacional rompiendo con la tradición de los textiles, hasta entonces planos, decorativos y colgados en paredes. Con esta serie obtuvo la medalla de oro de la Bienal, superando también la marginalidad y el aislamiento que sufría el arte polaco de esa época y que persistió hasta 1989 con la caída del telón de acero.

Durante la década de los setenta su obra dio un paso más allá; comenzó a representar personas y animales  recuperando la utilizando tejidos como fibra de sisal, yute, cuerdas y resinas. A esa década pertenece la serie de esculturas conocida como Alteraciones con la que amplió su repertorio tanto iconográfico como de materiales. Abakanowicz siguió experimentando con las formas y las estructuras,  de los materiales textiles pasó a investigar con las posibilidades del bronce, la madera o el acero inoxidable, lo que le abrió la perspectiva a esos otros nuevos mundos de representación ahondando en la capacidad expresiva de la materia.

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Abakan Red (1968)

Colección del Museum Bellive (Zurich)

Su reconocimiento empezó a ser notorio y en 1974 recibió el doctorado honoris causa por el Royal College of Art de Londres y en 1976 su obra volvió a ser premiada en la Bienal Internacional de Tapicería de Lausana (Suiza), lo que aumento ese reconocimiento internacional tan necesario para el arte hecho por mujeres.

Repeticiones de figuras fragmentadas, torsos o piernas, confeccionadas en tejidos ocres y oscuros, y dispuestas en grupos de 30 o más obras fueron unas de las más vehementes reflexiones sobre la condición del individuo en la escultura. Fundir sus figuras en bronce y la utilización de este material le permitió crear grandes esculturas perdurables que pudieron ser finalmente instaladas al aire libre. Las obras que realizó desde los años setenta fueron conformando una red de microcosmos orgánicos, que invitaban al espectador a la reflexión sobre la experiencia humana y su deterioro.

En 1984 se unió a la Universidad de California en Los Ángeles, en 1996 fue elegida miembro honorario de la Academia Americana de las Artes y las Letras, y en 1997 recibió el doctorado honoris causa por la Academia de Bellas Artes de Lodz (Polonia). A estos reconocimientos se sumó el premio Leonardo da Vinci (2000) y los nombramientos como doctora honoris causa por el Pratt Institute de Nueva York (2000) y oficial de la Orden de las Artes y las Letras de París (1999).

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Space to experience (2002)

Fundación Arnaldo Pomodoro (Milán)

Las obras de Abakanowicz son un canto a la naturaleza y sus recursos, pese a estar basadas en el ser humano, su condición y su posición en el mundo contemporáneo y ante todo por la crítica sobre su confusión por el exceso y el anonimato dentro de la multitud. Esta idea se afianzó en sus esculturas de los años ochenta y noventa, que utilizó como forma de expresión incorporando y mezclando nuevos materiales.

Magdalena Abakanowicz falleció recientemente en su Varsovia natal a los 87 años, siendo considerada como una de las figuras más fascinantes de la escultura del último cuarto del siglo XX.

http://www.abakanowicz.art.pl/

 

 


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