Clotilde García del Castillo nació en Valencia en 1865, fue hija de Antonio García Peris, conocido pintor de telones de teatro y fotógrafo, y de Clotilde del Castillo. Su hermano Juan Antonio estudió en la Escuela de Bellas Artes de Valencia junto a Joaquín Sorolla, con quien entabló una estrecha amistad.
Fue esa amistad la que hizo que Clotilde García conociera a Joaquín Sorolla, que además en esa época trabajó en el estudio de fotografía familiar. Desde que se conocieron siendo unos adolescentes, se fue fraguando un amor que el paso de los años no hizo más que consolidar.
Clotilde se casó con Joaquín Sorolla y fijaron su domicilio en Italia, en concreto en la ciudad de Asís. A su regreso a España establecieron su residencia en Madrid, en la Plaza del Progreso, tratando de dar mayor proyección a la obra del pintor.
La pareja tuvo expreso interés en que sus tres hijos tuvieran una educación progresista y lo hicieron bajo la tutela de la Institución Libre de Enseñanza. En esta época Clotilde ya había empezado a tomar las riendas de la administración, no sólo del hogar, sino que realizaba todo el trabajo relacionado con las actividades de su marido. Le organizó las exposiciones, se ocupó de la contabilidad de su actividad laboral y se encargó de llevar a efecto la primera exposición individual Sorolla en París.
En 1907, al diagnosticar a la hija pequeña una tuberculosis, Clotilde y los niños se trasladaron, temporalmente a El Pardo. Este traslado y los cuidados a la niña hicieron que Clotilde no pudiera ayudar a la organización de la segunda exposición individual de Sorolla, que tuvo lugar en Berlín, Dusseldorf y Colonia; y que no obtuvo el éxito previsto.
Joaquín Sorolla. «Clotilde con traje noche» (1910)
Colección Museo Sorolla
Dos años más tarde Clotilde, junto a toda la familia, viajó a Nueva York para la exposición con la que se inauguraba la Hispanic Society de Nueva York bajo los auspicios de Archer Milton Huntington. Hoy esta institución, situada en la parte alta de Manhattan, es poco menos que una embajada oficiosa de España y el polo de influencia que explica por qué la obra del valenciano está tan extendida en Estados Unidos, hasta el punto de formar parte de la colección permanente de instituciones importantes, como por ejemplo la del Philadelphia Museum of Art.
Este ir y venir de toda la familia a diferentes lugares, tanto de España como del extranjero, se repitió con frecuencia, unas veces para ultimar los preparativos de nuevas exposiciones; otras para estar al lado del artista mientras preparaba los cuadros de las siguientes.
Mientras en Madrid, se iniciaban las obras de la nueva casa familiar, esta vez en la calle General Martínez Campos, que con el tiempo se convirtió en la sede del actual Museo Sorolla. Un espacio de remanso en pleno centro de la capital que es un reflejo de la refinada y culta vida familiar. En ella aparte de las salas dedicada a la vida cotidiana, toma especial relevancia el estudio del artista.
En 1920, Sorolla sufrió una hemiplejia mientras pintaba el retrato de la mujer de Ramón Pérez de Ayala. Clotilde se centró en el cuidado de su marido, y fue su hijo Joaquín quien se encargó del montaje de la exposición que en aquellos momentos se inauguró en Nueva York. El matrimonio tenía intención de trasladarse a Cercedilla para que el pintor pudiera recuperarse mejor, pero finalmente murió antes.
Joaquín Sorolla. «Clotilde con traje negro» (1906)
Colección Metropolitan Museum of Art de Nueva York
Tras la muerte de su marido, Clotilde decidió ceder la obra y su casa al Estado español. De esta forma convirtió a Sorolla en un bien nacional y a su familia en sus primeros benefactores. Además, con su empeño consiguió que sus hijos cedieran también sus cuadros para que toda la colección permaneciera preservada y unida.
Clotilde García del Castillo fue testigo privilegiado del cambio de siglo, vivió, sufrió y recorrió el mundo cuando muy pocas personas podían hacerlo. Estuvo junto a las personalidades más relevantes de su época. Fue muy apreciada pero su nombre ha quedado soslayado, eclipsado por el que se podría describir como su mayor proyecto: su marido Joaquín Sorolla.
Sorolla pintando a Clotilde
Fotografía de Christian Franzen y Nissen (1906)
Gracias a Clotilde García del Castillo, el pintor valenciano tuvo una vida centrada en el arte dirigida por una magnífica gestora, posiblemente sin ella no habría llegado a ser uno de los pintores españoles de mayor reconocimiento, su obra no formaría parte de grandes colecciones internacionales, especialmente en Estados Unidos, ni su casa-museo tendría el valor testimonial que actualmente goza. También cabe destacar que Clotilde fue la madre de la grandísima escultora Helena Sorolla y de la pintora María Sorolla.
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