La pintora Zoya Lerman cuenta su biografía en primera persona.
“Nací en 1934. Mis primeros recuerdos están asociados a mi abuela, que me crio, mientras mi madre y mi padre trabajaban. Recuerdo los cuentos de hadas que me contaba cuando era pequeña y que era una persona muy sabia, muy amable y muy resolutiva.
Mi abuela siempre confeccionaba su ropa usaba vestidos largos y oscuros, pero también hacía la de sus hijas y la mía. Antes de la guerra, me llevó a la escuela de ballet de la Ópera y me aficioné de tal manera que infresé en el grupo infantil, para ello me hizo hermosos tutús, pero la guerra de 1941 puso fin a todo.
Acróbatas (1989)
Cuando mi abuela y mi madre querían guardar el secreto, hablaban yiddish, conocían todas las tradiciones y festividades judías, pero tenían miedo de que alguien denunciara a las autoridades y que la familia sufriera. En aquellos años no era seguro ir a la sinagoga, solo quedaba una sinagoga de las trescientas que existían en Kiev antes de la revolución de 1917.
Recuerdo bien el comienzo de la Gran Guerra Patria, los ataques aéreos y el sonido de los motores de los aviones. Salimos de Kiev en un camión y nos instalamos en Perm soportando una temperatura de 30 grados bajo cero y con la nieve hasta las rodillas.
Al comienzo de la guerra, mi madre recibió una notificación que decía que mi padre había desaparecido. Mi madre rompió este papel y dijo: ¡Está vivo! ¡No creo esto! ¡Él está vivo! y
tenía razón, él volvió al final. Fue capturado y torturado, pero pudo librarse de la muerte dos veces.
A principios de 1944 volvimos a Kiev y pude acudir a la escuela de arte. Me convertí en miembro del Komsomol de la escuela, pero no estaba obligada a participar en ninguna actividad política, ni asistir a clase de información política. La creatividad era de suma importancia en esta escuela, y los principales criterios de evaluación se basaban en el talento y los principios. Allí conocí a mis mejores amigos, uno es ucraniano y
otro ruso. Mi padre sabía dibujar y estaba feliz de que yo estudiara en la escuela de arte.
Después de terminar la escuela en 1953, quería continuar mis estudios en Riga, pero mi madre me convenció de ingresar a un instituto de arte en Kiev.
Bailarina (1994)
Conocí a mi esposo Yuriy Lutskevich en la escuela, su madre era pianista en la Filarmónica del pueblo. Al tener a mi hijo Alexandre me asignaron trabajar en la escuela donde Yura también trabajaba. Alexandre también se dedicó al dibujo. Se graduó en la Escuela de Arte de Kiev y luego estudió en el Instituto de Arte y tuvo varias exposiciones. Trabajó en Dinamarca y más tarde en Londres.
Sabía del antisemitismo en la Unión Soviética, pero nunca tuve problemas en ese sentido, es más, toda la gente que conocí me trató muy bien. Quizás, se deba a que me relacioné con personas educadas e inteligentes”.
En esa época, el arte se volvió formulaico porque solo tenía una función: servir a los intereses de la autoridad. Los artistas que evitaron el arte oficial fueron perseguidos y hostigados públicamente. Como resultado, durante muchos años ni siquiera pudieron soñar con que sus pinturas formaran parte de ninguna exposición.
Bailarines (1997)
Zoya Lerman, se convirtió en la representante de la segunda ola de la vanguardia en Ucrania en las décadas de 1960 y 1980. Un movimiento que fue considerado como una forma radical de resistencia contra el totalitarismo y la autoridad soviética por los artistas.
Sin embargo, una rama del subsuelo (no conformismo) era solo el arte no oficial que permitían las autoridades soviéticas. En ese sentido Lerman fue una inconformista que excluía el aspecto político de sus obras de arte. Sin embargo, luchó por el derecho a expresar su propia cosmovisión artística.
A diferencia de muchos de sus contemporáneos, las pinturas de Zoya Lerman están llenas de lirismo, sensualidad y matices emocionales que ella pudo reconocer. Sus personajes son plásticos, elegantes e incluso poéticos. Sin embargo, a menudo están en poses no naturales y sus cuerpos son desproporcionados .
Zoya Lerman murió en 2014.
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