Pilar Leonor Veredas Ugarte (“Leo”, para toda su familia y amigos) nace en Ávila el 19 de octubre de 1921, siendo la tercera de los 9 hijos de Antonio Veredas y María Susana Ugarte. Muere también en Ávila el 20 de diciembre de 1966, a los 45 años, tras un cáncer de ovario.
Es la primera de entre los hijos de Antonio y María que muestra claras inclinaciones artísticas. Tras recibir durante años formación artística de su padre en el domicilio familiar, cursa estudios en la Escuela de Artes y Oficios Artísticos de Ávila, de la que a la sazón también era director Antonio Veredas, y obtiene en 1939 y 1940 los premios de la Escuela en la asignatura de Dibujo Artístico, y en 1945 y 1946 en la de Vaciado y Modelado, siendo ya este último año director de la Escuela D. Antonio Arenas. Asimismo, en 1951 obtuvo el título de profesora de Corte y Confección.
El interés artístico de Leonor es diverso. Trabaja la escultura y el óleo, pero sobre todo la acuarela, técnica que le atrae por su dificultad singular, que para ella supone un reto muy atractivo para su carácter luchador. En modelado, crea figuras de tipos abulenses, la Santa y cabezas de niños. Siempre firmó sus trabajos con su segundo nombre, Leonor.
A mediados de los años 50 se traslada a Madrid, donde completa sus estudios de arte con profesores particulares y también en el Instituto Central de Restauración, situado en el Casón del Buen Retiro. Posteriormente pasa a trabajar como restauradora en el Museo del Prado, mientras sigue trabajando en paralelo la acuarela frente a la Casa de Campo, el Retiro y otros parajes emblemáticos de la capital. Trabaja tenazmente y se levanta muy temprano para poder plasmar la luz naciente en sus cuadros. Vive junto a sus hermanos Gonzalo, Josefina y Eduardo en un piso comprado en 1957 por sus padres, no lejos del puente de Segovia. Con ellos vivirá también su madre María desde 1962, a la muerte de su esposo Antonio.
Leonor expone su obra en Ávila, Salamanca y Madrid, y recibe durante varios años consecutivos el 2º (1965) y 3º (1964) premio de la Asociación de Asociación Española de Pintores y Escultores.
Su padre anima decididamente a su hija, cuya obra encuentra “magnífica, de un consumado artista, verdaderamente genial y absolutamente temperamental. Artista que puede considerarse llegado a la altura envidiable de los logrados con nuevos y personalísimos valores” (carta dirigida a sus hijos en Madrid, el 23 de noviembre de 1958).
Leonor no tuvo una vida fácil. No tenía hermanas de su edad y vivió una época en que no se entendía que el papel de una mujer pudiera ser cabalmente otro que el de madre de familia. En el arte encontró su vía de expresión y su ámbito de libertad y contó siempre con el decidido apoyo de su padre Antonio:
“Enhorabuena y adelante, tú sola, sin maestros ni exposiciones. Adelante sin imitar a nadie, que no lo precisas porque posees cualidades verdaderas de artista grande y de talento, por tanto. Yo iré guardando aquí tus trabajos para, sin prisa, en su momento seleccionar un conjunto de cuadros que fije tu personalidad, para siempre, sobre el pedestal que te corresponde” (vide supra).
En 1971 su hermano menor Eduardo organizó en Ávila una exposición póstuma con parte de la obra de su padre y su hermana, además de la suya propia.
No cabe duda de que si la muerte no hubiera sido tan impaciente con ella, Leonor habría desarrollado una notabilísima carrera artística y de que su enorme talento, sensibilidad y tenacidad acaso pudieran haberse abierto camino en aquellos tiempos plagados de dificultades para las mujeres artistas.
Sonia Veredas (25/01/2019)
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