María Luz Antequera Congregado nació en Cáceres en 1948, hija de Antonio y Dionisia. Su padre, además de ferroviario, era ebanista y su madre fue una reconocida modista, emprendedora y pionera en el mundo de la moda que en 1958 fundó Modas Dioni, la primera casa de modas de la ciudad extremeña, con especialidad en trajes de novia y ceremonia y con talleres propios de diseño y costura. Luz creció en un ambiente de trabajo, creatividad y talento que, como poco, alentaría sus inquietudes artísticas.
Mujer en blanco (1981)
Conoció al lucense José Ignacio Pardo Pedrosa. Juntos estudiaron en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando en Madrid, donde fueron alumnos aventajados. Se casaron en 1970 e iniciaron una vida en común dedicados profesionalmente a la docencia, pero sin abandonar sus respectivas facetas artísticas. Durante varios años participaron en exposiciones y certámenes de ámbito nacional (Concurso Blanco y Negro, Ateneo de Madrid, Bienal de Zamora…).
En 1975 los dos obtuvieron por oposición la cátedra de dibujo para institutos de enseñanzas medias, Luz para el Instituto Femenino Nuestra Señora de los Ojos Grandes de Lugo. Luz Antequera ganó el primer premio en el concurso de pintura del Bimilenario de la Fundación de la Ciudad de Lugo con un cuadro figurativo y simbólico titulado ‘Arde Galicia’.
En 1991 Luz Antequera presentó su tesis doctoral en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid, un trabajo titulado ‘Arte y astronomía: evolución de los dibujos de las constelaciones’ dirigido por José María González Cuasante, catedrático de pintura y casualmente uno de los pioneros del fotorrealismo pictórico en España. Su interés, casi obsesivo, por la cosmogonía quedó en parte reflejado en su pintura y en colaboraciones mantenidas durante años con el Museo de las Ciencias de A Coruña.
Su planteamiento es sorprendente, ya que establece posibles relaciones entre las pinturas de la cueva de Altamira y las constelaciones. La pintora realiza un pormenorizado estudio que le permite encontrar equivalencias entre la disposición de los dibujos de los animales en la cueva, precisamente en la sala de los bisontes, y la visión de la bóveda celeste. Su tesis, en todo caso, fue novedosa, atrevida y generó abundante controversia, como era de esperar. No obstante, recibió significados apoyos de quienes se mueven en el ámbito de la arqueoastronomía.
A lo largo de su trayectoria artística, Luz Antequera se mantuvo en el campo de la figuración y dedicó un espacio importante al género del retrato. Utiliza recursos propios de la fotografía: encuadre fotográfico, contraste lumínico, viveza del color, definición de líneas, perfección del trazo, brillos y líneas de luz… Intencionadamente, busca eliminar la característica matérica del óleo, es decir, que no se marquen las pinceladas.
Luz Antequera comenzó a pintar el retrato de su amiga en la primavera de 1983. Durante el mes de agosto, tras varias sesiones y varios meses de trabajo, abordó la última fase de la pintura, la de ajustar y retocar antes de considerar la obra terminada. Un tiempo necesario para valorar y equilibrar dudas antes de mostrar el resultado. No podía imaginar que la retratada no llegaría a ver el cuadro acabado. Porque en septiembre, cuando aún el óleo estaba fresco, se produjo la muerte de María Teresa tras un fatal accidente.
Luz Antequera falleció en 2006, a los 57 años. Su obra ha sido encuadrada dentro del realismo mágico, donde la realidad, sin dejar de serlo, se nos presenta de forma tan subjetiva que se convierte en algo propio del mundo surreal y mágico
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