Patricia Mateo nació en Madrid en 1953. Estudió Bellas Artes en la Escuela de San Fernando, aunque no terminó sus estudios por desilusión ante el sistema académico, por lo que su formación terminó siendo autodidáctica, según ella misma manifiesta.
Tras unos años en los que estuvo alejada de la pintura, volvió con una curiosidad tan insaciable que le ha hecho estar en investigación constante de sí misma, de su entorno y de la sociedad.
El Greco, Goya, El Bosco, Patricia creció viendo esas obras. Visitaba los museos y, en cada ocasión, le hallaba detalles nuevos. Se divertía hallando nuevos personajes en las obras del Bosco. Esa admiración por los maestros, la juntó con su pasión por los comic y tebeos y de allí surge su obra. Por eso, no es difícil encontrarse dentro de una copia del Bosco, un Mortadelo de Ibáñez asomado en algún lugar. La afición por los comics y tebeos se la contagió su padre, de Allí surge “Boscobañez”.
Hoy vino la yaya (2017)
Al unir esas dos aficiones, los maestros de la pintura y el tebeo, Patricia asume la obra clásica como un elemento a ser intervenido, resignificado. Son clásicos del renacimiento, pero no sagrados. Por eso, Mateo juega con ellas, ironiza, les da nuevos significados introduciendo elementos en esas pinturas que mirábamos como a estampitas de santos en los libros de estudio. Al final, es humor lo que hace Patricia Mateo, humor con una exquisita técnica, un uso particular del óleo sobre superficies lisas. Soportes sobre los que no necesita usar abundante pintura. El resultado final es una pintura que a simple vista parece una impresión fotográfica.
Al ver las postales en Instagram, algunas personas pensaron que eran fotografías intervenidas y empezaron a copiarlas digitalmente. Fue entonces cuando Patricia decidió trabajar en grandes formatos sobre la misma idea.
El primer selfie
En clave de sátira e ironía, Mateo nos presenta un San Juan Bautista del Bosco, jugando un solitario con barajas, a una Bia de Medici, llena de besos de la abuela en el retrato “Hoy vino la yaya”. Encontramos a un duque de Urbino del díptico pintado por Piero della Francesca, al que le cuelgan de la inmensa nariz, unas gafas de ver de cerca, atadas con un cordón sujetador con formas de manos de Mickey Mouse y un Paracelso de Quentin Metsys, sosteniendo una especie de menú de Kentucky Fried Chicken.
Hay en la obra de Patricia, además de mucho humor e ironía, un manejo de lo pequeño dentro de lo grande, de los contrastes en los tamaños realmente deslumbrantes. Su obra juega con las proporciones y el espacio, transmiten una sensación de serenidad, equilibrio y al mismo tiempo una inquietud por la fragilidad de ese equilibrio que hace sentir que en cualquier momento se puede romper. Los objetos pequeños sobre grandes superficies pintadas, parecen levitar y sostenerse en equilibrio unos gracias a los otros, como figuras funambulescas sobre la cuerda floja.
Unas compritas de ná (2018)
Las imágenes son siempre sugerentes, dejan siempre una puerta abierta a la imaginación y la libertad de interpretación de la infancia.
Patricia Mateo actualmente trabaja en el barrio madrileño de Carabanchel.
Extactado de Blog de Golcar:
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