María Zambrano


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María Zambrano nació en Vélez-Málaga en 1904. Hija de docentes en 1908 junto a su familia se trasladó a Madrid y en 1909 se afincó en Segovia donde transcurrió su adolescencia.

En 1921 se matriculó en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Complutense de Madrid y asistió a las clases que impartían José Ortega y Gasset y Xavier Zubiri en la Universidad Central de Madrid, donde María llegó a ejercer hasta 1936 como profesora auxiliar de la cátedra de Metafísica, por esta época trabajaba en la que sería su tesis doctoral, «La salvación del individuo en Spinoza». También fue profesora del instituto Cervantes, centro docente en el que Antonio Machado ocupaba la cátedra de Francés.

Al término de la Guerra Civil se exilió en América y pudo ejercer su magisterio en  las universidades de La Habana, México y Puerto Rico.

De la basta trayectoria de de María Zambrano su crítica y su amor por el arte le hace meritoria para ocupar un lugar destacado en este blog. Especialmente interesante resulta su nuevo concepto sobre la estética que vincula pensamiento y corazón a través de la pintura, que, por otra parte, tuvo una presencia constante en su vida.

María llegó a decir «La pintura es un acto creador que no puede ser desligado de la razón poética. El que yo no haya pintado es casi una prueba de la esencia, de la sustancia que contiene para mí la pintura… La pintura es una presencia constante, existe para mí, ha existido siempre, como un lugar privilegiado donde detener la morada… La pintura nace en las cavernas, pero nace de la luz, una luz especial, propia, entrañable… Estar ante las pinturas de las cavernas es soñar, estar soñando, lo mismo que ante ¨Las Meninas¨ de Velázquez».

Comentó también Zambrano en su obra Algunos lugares de la pintura sobre El Greco, que la pintura del cretese  presenta conflictos, mientras valoró que Zurbarán que no fuera pintor de reyes o de infantas, ni de grandes momentos de la historia como Velázquez. Y profundiza la pensadora española en la historia de la pintura y en la pintura histórica por medio de la mano (y del pincel) de Velázquez, de Goya, de Tiziano, de Zurbarán, de Fortuny, de Rosales, de Solana y de Picasso.

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La relación de María con los pintores de su época fue intensa, a algunos de ellos trató y conoció bien durante su exilio en París o en Roma, entabló relación con Pablo Picasso, Joan Miró, Luis Fernández, Ramón Gaya, Juan Soriano o Joaquín García de la Torre.

Con el artículo de José Luis López Aranguren «Los sueños de María Zambrano» (Revista de Occidente, febrero de 1966) se inició un lento reconocimiento en España de su obra hasta que en 1980 fue nombrada Hija Adoptiva del Principado de Asturias, lo que constituyó su primer agradecimiento oficial. Tras residir en Francia y Suiza, regresó a España en 1984 y desde ese momento se suceden los premios que culminaron cuando en 1981 fue galardonada con el premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades y en 1988 con el Cervantes.

María falleció en Madrid en 1992, siendo enterrada en su ciudad natal.


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