Sofonisba nació hacia 1532 en Cremona (Italia) dentro de una familia de la pequeña aristocracia. Fue la hermana mayor dentro de una familia muy culta que le permitió recibir una esmerada educación artística, sus cualidades debieron parecer extraordinarias desde muy niña, ya que no era nada habitual que una joven aristócrata se formase en el campo de la pintura por ser considerada una actividad manual y no apropiada para su clase social.

Autorretrato (1610)

En 1546 Sofonisba, junto a otra de sus hermanas que también sentía inclinación por el mundo de la pintura, se instaló como aprendiz en casa del manierista Bernardino Campi, donde aprendió durante tres años los rudimentos del oficio. A diferencia de otros aprendices, que ensayaban el género del retrato con los demás miembros del taller, amigos y vecinos, las hemanas Anguissola lo hicieron con los miembros de su propia familia, ya que era más adecuado para su posición social. Este hecho, que puede parecer trivial, acabó dotando a los retratos de Sofonisba de un carácter propio frente a la frialdad y el distanciamiento de otros retratos de su época, los de su familia evidencian la cercanía y muestran la vida cotidiana desde dentro, lo que les hace tan especiales.

También realizó gran número de autorretratos, lo que nos permite hacer un seguimiento de su evolución física, desde los quince años hasta pasados los noventa que llegó a tener. Cabe destacar que en ellos no siempre se mostraba como pintora, sino que solía hacer hincapié en que ejercía también otro tipo de actividades, como tocar un instrumento musical que sí era una actividad considerada más propia de su estatus social.

Sus pinturas fueron ganando prestigio y consiguiendo algunos encargos de nobles vinculados a su familia. Pero Sofonisba, queriendo ir más allá y deseando poder luchar de igual a igual con los demás pintores de su época decidió viajar a Roma. Ahí completó su formación y entró en contacto con algunos de los más grandes pintores de la historia, como Miguel Ángel Buonarroti, de hecho, fue visitada por Giorgio Vasari, quien le guarda un sitio muy especial en sus Vidas, obra en la que muchas mujeres, lejos del sentimiento misógino del momento, tienen su merecido reconocimiento. A diferencia de otros artistas profesionales, no podía cobrar sus trabajos por su condición de noble; como mucho podía recibir regalos en agradecimiento a su trabajo.

Isabel de Valois sosteniendo un retrato de de Felipe II (1561-1565) Museo del Prado – Madrid 

Viajaba constantemente y en Milán coincidió con el Duque de Alba, Fernando Álvarez de Toledo, que hizo llegar a los oídos de Felipe II su buen hacer. Fue reclamada y acabó trasladándose a la corte española como dama de honor de la reina Isabel de Valois, gran amante de las artes y la música. Anguissola fue pintora de cámara y preceptora de la reina, pese a que oficialmente solamente figuraba como dama de honor.

La artista italiana permaneció en España catorce años continuando su actividad de retratista. Pintó a la mayoría de los miembros de la familia real (la reina y el rey, el príncipe don Carlos y las infantas Isabel Clara Eugenia y Catalina Micaela), cuyos retratos han sido expuestos en los museos durante mucho tiempo bajo el nombre de otros grandes pintores del momento, como Tiziano, Antonio Moro, Antonio Sánchez Coello o Juan Pantoja de la Cruz.

Diversas razones explican las erróneas atribuciones. Por un lado las razones documentales, el hecho de que ella no firmara las obras y de que no figurara oficialmente como pintora, así como que no recibiera dinero por el pago a sus obras, hace que los archivos no reflejen fielmente la realidad.

Retrato de la Infanta Isabel Clara Eugenia «La dama del armiño» (1580) Pollock House – Glasgow 

Por otro lado, el incendio que asoló el palacio de El Pardo en 1604 destruyó muchas de las pinturas que colgaban en sus paredes, entre las cuales había obras de Anguissola. Algunas obras tuvieron más suerte y sobrevivieron, pero las dañadas fueron posteriormente restauradas por Juan Pantoja de la Cruz, lo que también ha dificultado las atribuciones.

Por otra parte, la costumbre de copiar los retratos de la familia real en los talleres de la corte para decorar sus residencias, para regalar a otras cortes extranjeras o para que fueran exhibidos en las diversas instituciones que representaban a la corona es otro factor a tener en cuenta. Esto ocurría sobre todo con aquellos retratos que gustaban especialmente al monarca y su familia, y los de Sofonisba solían serlo.

Finalmente se puede entender que cualquier cuadro en poder de un museo, cuya autoría sea dudosa entre un o una artista, con toda seguridad la institución pondrá todo su interés en que sea del varón, por el sencillo motivo de que disminuye su valor si se descubre que fue una mujer la autora, sirva de ejemplo “La dama del armiño” y su disputa entre la adjudicación de autoría a El Greco o a Anguissola, el retrato de Pompeo Leoni también es sumamente dudosa su adjudicación pese a que ambas se aproximan al indudable estilo que imprime la italiana en todos sus trabajos.

Es posible que por deseo del rey o bien por decisión de la propia, Sofonisba se casó con un hombre al que ni siquiera conocía, pero perteneciente a la más alta nobleza siciliana, Fabrizio de Moncada. El propio rey le otorgó la dote necesaria para la unión, que se celebró por poderes en mayo de 1573 en el Alcázar de Madrid. Acto seguido la pintora partió para Sicilia.

Enviudó tan solo cinco años después y regresando a Cremona para reunirse a su familia, en mitad del trayecto conoció a Orazio Lomellini que se convirtió en su segundo marido. Fue un matrimonio muy controvertido y al que se opuso gran parte de la sociedad influyente, no solo por la edad bastante menor del marido, sino también por su rango social inferior.

Felipe II (1573) Museo del Prado – Madrid

No se sabe si Sofonisba se casó por verdadero amor o simplemente por asegurarse la protección de un hombre y evitar acabar en un convento o condenada a una viudedad llena de estrecheces, ya que la situación económica de su familia continuaba en declive. Pese a todos los inconvenientes y prejuicios el matrimonio se celebró y Sofonisba vivió con Orazio hasta su muerte, primero en Génova y después en Sicilia.

Se sabe muy poco sobre esta etapa de su vida, pero si consta que fue visitada por la infanta Isabel Clara Eugenia, quien se dirigía a los Países Bajos para casarse con el archiduque Alberto de Austria. Durante esta estancia Sofonisba le pintó su retrato de bodas. También acudió a su estudio Anton van Dyck, que pintó dos retratos de una ya anciana Sofonisba.

Sofonisba Anguissola, después de romper varias de las normas más afianzadas de su época falleció en Palermo, cuando rondaba los 93 años. A pesar de la calidad y la gran producción pictóricaa que realizó durante toda su vida, desapareció de la historia del arte y sus obras fueron atribuidas a otros grandes artistas varones.