Nació en Madrid en 1944, desde muy temprana edad inició una intensa relación con el dibujo. En 1961, ya en la universidad, conoció a José Puga, que más tarde se convirtió en su marido, que es quien la introdujo en la fotografía, tanto en los aspectos técnicos como en el lenguaje propio de ese medio de creación. En la década de los sesenta juntos acuden a la Real Sociedad Fotográfica; y conocen a grandes fotógrafos, como Gabriel Cualladó, Paco Gómez… y a otros que, como ellos en aquel momento estaban empezando, como Juan Manuel Castro Prieto, Antonio Tabernero.

A finales de los años 70 residió junto a su familia en Estados Unidos, eso le dio

acceso a un  mayor conocimiento de la fotografía, pudo asistir a  exposiciones de diversas autorías y libros que en esos momentos no era posible conseguir en España.

Un periodo muy importante para su formación, fue  cuando en 1982 José Puga, junto con otros fotógrafos, abrieron en Madrid la Galería “Image”. Con las exposiciones se celebraban coloquios con la presencia de los autores. De ese modo conoció a Humberto Rivas, Toni Catany, Manolo Laguillo, Eva Rubinstein… y también a Luis Revenga, en aquel momento crítico de fotografía del diario El País y que luego fue comisario de muchas de sus exposiciones.

Euphorbia. Serie Vasos (2000)

Durante un tiempo compaginó el dibujo y la fotografía, trabajando indistintamente en uno y otro medio, hasta que en 1982 eligió definitivamente la fotografía, iniciando su primera serie «Paisajes», donde  ya apareció el agua como elemento, que desde entonces estará presente en muy diversas formas en todo su trabajo posterior.

Entre 1982 y 1990 realizó la serie “Invernadero”, con tomas muy cercanas en las que la autora juega con esa proximidad, con la fragmentación de la escena y con la visión distorsionada de las plantas a través del plástico cubierto de rocío, para producir la ambigüedad y la capacidad de sugerir, que hace que las imágenes rocen la abstracción.

Taller – Pilar Pequeño – La fotografía de Pilar PequeñoEn 1993 llevó plantas a su estudio para crear naturalezas muertas. Este trabajo es el más amplio y representativo de toda su obra y en el que continúa experimentando actualmente. El proyecto se desarrolla en torno a las transparencias, donde crea todo un juego de sugerencias y ambigüedades propiciado por el agua, el cristal y la acción de la luz.

Copa de agua y un clavel (2018)

© Fundación Amigos del Museo del Prado, Madrid

En la naturaleza muerta no hay “momento decisivo”, hay que crearlo, analizando el sujeto, buscando el encuadre, modificando la luz para destacar las formas, las transparencias, la relación entre los elementos. Para mí es muy importante  saber analizar la luz de la escena y apreciar cómo los objetos, las plantas, las frutas … toda la naturaleza muerta que hemos creado, se transforma según vamos modificando como incide la luz.

Para poder comunicar lo que sentimos ante un tema determinado, también es necesario conocer y dominar la técnica, para poder concentrarnos en el momento de la toma en el contenido y los aspectos formales de la imagen.

Con motivo de la celebración en 2005 de la exposición “Don Quijote, una nueva mirada”, comenzó la serie “Bodegones” recreando en blanco y negro la atmósfera de los bodegones del Siglo de Oro.

Salida al jardín. Serie Huellas – Baixo Miño (2012)

Pilar había utilizado imágenes en blanco y negro hasta que en 2008 adoptó la fotografía en color, yendo más allá del cromatismo tradicional. Desde siempre invernaderos, paisajes y plantas, han sido los objetos ineludibles de su cámara y con ellos el agua, la luz, la vida y la muerte.

También desde el principio ha fotografiado, paisaje urbano, edificios e interiores. De 1988 es su serie sobre el Área Metropolitana de Washington. En el año 2000 inicia Huellas, un trabajo sobre la acción del hombre en el paisaje, el paso del tiempo, la memoria y la recuperación por la naturaleza de los lugares que el hombre ha abandonado. El núcleo de trabajo son dos edificios abandonados que van muriendo lentamente, uno situado en la costa mediterránea a orillas del Mar Menor y otro en la costa atlántica a orillas del río Miño, muy cerca de su desembocadura. En ellos se puede apreciar cómo condiciona el carácter de las ruinas el lugar geográfico donde se encuentran ubicadas. La diferencia no solo la marca su historia y su arquitectura, sino también, la diferente luz y la diferente actuación de la naturaleza sobre las edificaciones. El desarrollo del proyecto tiene dos etapas la primera en blanco y negro 2000-2005, la segunda en color.

Después de una década quise volver a esos mismos lugares para fotografiarlos, repitiendo incluso a veces las mismas tomas, estableciendo un dialogo entre el blanco y negro y el color y viendo como se refleja el paso del tiempo sobre ellos y sobre mí misma.

La Fundación de Amigos del Museo del Prado, con motivo del bicentenario de la fundación del Museo, invitó a Pequeño a participar en el proyecto “Doce fotógrafos en el Museo del Prado. Doce miradas diferentes y personales que se inspiran en los grandes maestros del Museo”. Pilar eligió como fuente de inspiración la espléndida colección de bodegones y floreros que atesora el Prado. El resultado del proyecto se expuso en el Museo en 2018.

Su obra se ha expuesto en numerosas galerías y se encuentra en diversas colecciones públicas como la del Museo Reina Sofía, Fundación Amigos del Museo del Prado, Comunidad de Madrid, Instituto Valenciano de Arte Moderno, entre otras.

En abril de 2011 el Consejo de Ministros de España le otorgó la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes y en el 2017 fue galardonada con el Premio Nacional Cultura Viva en su XXVI edición. En 2019 recibió el premio de PHotoESPAÑA  Bartolomé Ros, a la mejor trayectoria profesional española en fotografía, por su sensibilidad y su especial uso del lenguaje fotográfico que le han convertido en una de las autoras más destacadas de la fotografía española contemporánea.

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Premio Bartolomé Ros PHotoESPAÑA 2019