Lucía Victoria Bacardí Cape nació en 1893 en Santiago de Cuba (Cuba) conocida como Mimín Fue hija de Elvira Cape Lombard, una mujer destacada en el panorama cultural de la ciudad a principios del siglo XX y Emilio Bacardí fue el alcalde de la localidad, fue también historiador, novelista, dramaturgo y promotor de la cultura.
Ambos pertenecían a una de las familias más prestigiosas y de mayor solvencia económica, dueña de la fábrica ronera Bacardí. Se formó en un destacado ambiente intelectual, ventajas que le permitieron el acceso a diferentes estudios desde su infancia.
Cuando tenía tres años de edad, ante los sucesos políticos en que Cuba vivía inmersa, en su lucha por librarse del dominio colonial español, su padre, involucrado en la guerra independentista, fue deportado hacia Islas Chafarinas en 1896. Su madre se vio obligada a partir hacia el exilio en Jamaica, desde donde apoyaba la causa cubana y, a su vez, cuidaba y educaba a sus hijas. Mimín era inteligente y risueña, al unísono aprendía a hablar y escribir español e inglés.
Cuando regresaron a Santiago de Cuba. Además de idiomas, Mimín recibió la instrucción básica propia de las niñas de su clase social que incluía principios teosóficos. Toda esa educación debía convertirla en el ideal de mujer de su época, pero la niña bien nacida, de espíritu libre, quiso ser artista y por demás, escultora.
El tigre (1930)
Colección Museo Emilio Bacardí de Santiago de Cuba
Cuando contaba 17 años, marchó a París donde se matriculó en la prestigiosa Academia Julian. Su estancia parisina le había otorgado mayor libertad creativa y seguridad en el oficio. En octubre de 1917, viajó a Estados Unidos para completar su formación en el arte escultórico.
Lucía Victoria Bacardí Cape fue la primera escultora cubana que triunfó en un mundo de hombres. Batalló en solitario, en un terreno carente de mujeres dedicadas a esta profesión. La valerosa artista compitió al lado de contrincantes masculinos y expuso junto a ellos.
Al conseguir reconocimiento, encargos y posicionar su obra en la esfera pública, fue socavando el pensamiento tradicional que rechazaba a las mujeres dedicadas a la escultura. Dejó como herencia una interesante producción escultórica que abarca desde el retrato de personalidades históricas, figuras sobresalientes del ámbito cultural, familiares; a temas religiosos, mitológicos y el desnudo.
Fransica (1916)
Colección Museo Emilio Bacardí de Santiago de Cuba
Trabajó yeso, barro cocido, mármol y bronce, la factura de sus piezas, la correspondencia entre el mensaje a trasmitir y la forma conseguida, traslucen el dominio del oficio que alcanzó.
Mimín también legó la fuerza de un carácter destacado por su tenacidad. Estudió y trabajó siempre con respeto hacia su profesión. Cuando debió realizar obras por encargo para emplazamientos públicos asumió el realismo; otras piezas exhalan un aliento clásico, pero en general, su creación es moderna, al asimilar los preceptos rodinianos y de sus profesores franceses y estadounidenses, asumidos con personalidad propia.
Se retiró de la vida pública durante la década del cuarenta. Permaneció en La Habana hasta los años sesenta, momento en el que se instaló en Miami. Allí falleció a los 95 años, tras una vida fecunda y el legado de una obra admirable.
Fue una mujer culta, moderna, librepensadora, con dominio de idiomas, de la historia del arte, con una formación intelectual amplia. Era dueña de una simpatía y un sentido del humor que subyacen en su epistolario, en las respuestas dadas a entrevistas realizadas, en caricaturas hechas a su padre y en algunas de sus piezas.
Busto de José Martí (1915)
Colección Museo Emilio Bacardí de Santiago de Cuba
Hoy está injustamente relegada y es menester salvarla de la desmemoria. De ella nos quedan sus obras, el espíritu transgresor que fluye y las imágenes de una criollísima y desenfadada santiaguera, tumbada en el suelo esculpiendo con una ligera bata de escultora o peinada a lo garzón.
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