Minna Hermine Paula Becker nació en Dresde (Alemania) en 1876. Fue la tercera hija de una familia acomodada de siete hermanos. Sus padres fueron personas con una gran cultura, que sabían idiomas y solían viajar. Ese ambiente acomodado le proporcionó seguridad emocional y confianza a la pequeña Paula, que tuvo una infancia feliz hasta que un drama marcó su vida a los 10 años: jugando con dos primas en una cantera de arena un derrumbamiento enterró a una de ellas, que murió asfixiada.
Con 16 años viajó a Inglaterra para aprender inglés, por lo que durante un tiempo se hospedó en la casa de una hermanastra de su padre que vivía en las afuera de Londres. Gracias al apoyo de su tío, Paula pudo también recibir formación artística frecuentando una escuela privada de Bellas Artes, donde pasaba seis horas al día dibujando.
Sus padres inicialmente habían fijado la duración de la estancia en un año, pero la nostalgia del hogar y la disciplina autoritaria que le imponía su tía impulsaron a Paula a volver a Alemania apenas seis meses más tarde. Un año más tarde acudió a las clases de una escuela de formación de maestras en Bremen, siguiendo los pasos de su hermana mayor, que había realizado los mismos estudios. No obstante, pudo obtener a cambio, el derecho a asistir a cursos de pintura. Acudió a clases de pintura en el taller del pintor Bernhard Wiegandt. De esta época datan por ejemplo una serie de retratos de sus hermanos y hermanas, así como su primer autorretrato, realizado hacia 1893.
Paula pudo viajar a Berlín a principios de 1896 con el fin de seguir durante seis semanas cursos de dibujo y pintura para la Asociación de los Artistas Berlineses (Verein der Berliner Künstlerinnen). La existencia de este tipo de asociaciones era una necesidad para las mujeres, que no tenían aún acceso a las academias de las Bellas Artes de la época. La enseñanza impartida en Berlín concedía un lugar preponderante al dibujo, realizado a partir de modelos profesionales. Sólo se admitía a las clases a aquellas candidatas que tuvieran ya un buen control de la materia.
Durante su estancia berlinesa, Paula Becker pasó numerosas horas en las galerías de los museos completando así su formación. Al igual que los artistas del movimiento nazareno, que había conocido su apogeo siete décadas antes, a Paula le gustaban por encima de todo, los lienzos del Renacimiento alemán e italiano.
Cabeza de una pequeña muchacha (1901)
En enero de 1898 heredó 600 marcos y decidió instalarse en Worpswede, formando parte del grupo de artistas que reivindicaban su independencia frente a las grandes academias artísticas. La inmensa mayoría eran antiguos alumnos de la Academia de las Bellas artes de Düsseldorf. Como muchos jóvenes artistas del siglo XIX consideraban las academias de pintura como instituciones oficiales y a sus profesores y métodos obsoletos. En Worpswede, aspiraron a crear un espacio con, por y para la naturaleza, como antes hiciera Théodore Rousseau con la escuela de Barbizon. Como en Francia, el objetivo era doble: trabajar «au plein air», revolucionando así la técnica pictórica, y reflejar en su obra a la población campesina, que juzgaban de una pureza aún original y no corrompida por la civilización.
A pesar de que artistas como Max Slevogt, Lovis Corinth, Max Liebermann o Wilhelm Leibl empezaban a tener sus primeros éxitos en Múnich y Berlín, Alemania seguía fiel a los salones de pintura y el arte académico. En París, al otro lado de la frontera, la apertura y la innovación en la vida artística eran un señuelo irresistible para sensibilidades como la de Paula Becker.
En 900 se instaló en el número 9 de la calle Primera Campaña, en el distrito XIV de París. Paula continuó formándose en las clases de la Académie Colarossi en el Barrio Latino de París, porque esta última ofrecía la ventaja de aceptar a las mujeres. Ese mismo año se celebró la Exposición Universal destinada a conmemorar la llegada del nuevo siglo. Este acontecimiento reunió en París a varios artistas, entre ellos el paisajista Otto Modersohn, que Paula Becker ya conocía y apreciaba mucho, pese a ser once años mayor que ella. La tragedia precipitó la vuelta de Modersohn y Overbeck a Alemania por el fallecimiento repentino de su esposa.
Un año más tarde Otto Modersohn y Paula Becker se casaron. Se abrió a continuación un período de la vida de la artista en el que intentó reconciliar sus ambiciones artísticas con su nueva vida de esposa, mujer de la casa y madrastra de la pequeña Elisabeth, resultado del primer matrimonio de Otto que sirvió de modelo a toda una serie de retratos de la niña, como el “Muchacha en un jardín al lado de una bola de cristal” y “Cabeza de una pequeña muchacha” de 1901.
Autorretrato embarazada (1907)
Contrariamente a su marido, que buscaba la calma y la soledad de Worpswede para ejercer todo su arte, Paula Modersohn necesitaba una determinada variedad y del contacto con el mundo exterior, por lo que rompió con Otto y volvió a París. Pese a ello, su marido siguió manteniéndola financieramente y enviando el apoyo moral que no recibió de su propia familia, que siempre la tacharon de egoísta.
El contacto con las vanguardias animó a Paula a desplegar sin ningún temor toda la fuerza y el potencial de su pintura. Se calcula el número de telas realizadas entre 1906 y 1907 asciende aproximadamente a noventa. Paula prestó interés a la representación del desnudo y del bodegón, esta época también se cuentan numerosos autorretratos tales como el “Autorretrato con limón” donde la artista aparece generalmente semi desnuda.
Debido a su deteriorada situación, Otto Modersohn viajó a París para pasar el invierno con ella. Se instaló en un taller situado en el mismo edificio que el de su esposa y en 1907, la pareja regresó de nuevo a Worpswede. Paula quedó embarazada pero su salud era delicada, tuvo un parto particularmente difícil y dio a luz a una niña, Mathilde (Tillie) Modersohn. El médico recomendó a la joven madre guardar reposo en cama durante varios días. El 20 de noviembre, mientras que se le autorizaba por primera vez a levantarse, Paula Modersohn-Becker fue víctima de una embolia pulmonar, y murió a los treinta y un años de vida.
El reconocimiento le llegó demasiado tarde, cuando ya había fallecido. Los homenajes no tuvieron mucha más repercusión que en su Alemania natal, a pesar de haber viajado y de ser considerada una pionera del Expresionismo. Fue la primera mujer occidental en autorretratarse desnuda y embarazada, además de ser la primera en la historia del arte en tener un museo exclusivo para su obra.
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