Louise Caroline Bourgeois nació en 1911 en París (Francia). Sus padres eran restauradores de tapices, lo que, según ella, no fue determinante en su carrera artística. Sin embargo, desde los diez años empezó a ayudar con los dibujos de los tapices y a completarlos, allí se convirtió en una auténtica experta en dibujar piernas y pies. Pero la vida de Louise no era fácil, desde niña fue turbulenta especialmente desde que se dio cuenta de las infidelidades de su padre, éste traicionó durante años a su madre con su institutriz en su propia casa y que además terminó abandonándolas.
Tras haber obtenido el título de bachillerato en 1932, estudió matemáticas superiores en la Sorbona, esperando encontrar así el orden y la lógica que faltaba en su vida.
Bourgeois se apartó de las matemáticas, en su opinión por ser demasiado teóricas y empezó sus estudios de arte en París, primero en la escuela de Bellas Artes y luego en muchas academias así como en la Escuela del Louvre. Tuvo por esa razón profesores artistas como Paul Colin, Cassandre o el mismo Fernand Léger.
En 1937 conoció al historiador del arte Robert Goldwater, que con quien se casó y traslado a Nueva York al año siguiente, del matrimonio nacieron tres hijos: Alain, Jean Louis y Michel.
Allí prosiguió el camino del arte que había iniciado en París y llevó a cabo sus primeras exposiciones, impregnando sus obras, en especial a las esculturas, de esa vena psíquica, procedente de sus traumas personales. Poco a poco se sumergió en el mundo artístico de Nueva York, amplió su formación vinculándose con los artistas de la época, aunque permaneciendo desconocida para el gran público, paralelamente y una vez obtenida la ciudadanía estadounidense, comenzó a enseñar en varias instituciones.
Maman (1999)
Instalada en los exteriores del Guggenheim (Bilbao)
Durante años trabajó en soledad, en la intimidad de su taller se movió por distintas corrientes artísticas, aunque desde el primer momento estuvo influenciada por el surrealismo. Plenamente consciente de la dimensión de su obra, muy alejada de las representaciones literales que caracterizaron su relación con el inconsciente, le permitió abrir una vía muy vanguardista del arte que a día de hoy sigue ostentando la misma consideración. Por medio de formas arquitectónicas, con una metodología propia y con total libertad, convirtió en forma de obra el mundo de los sueños y sus traumas personales a modo de catarsis. Su trabajo fue puramente autobiográficos, temas que están inspirados en su infancia, su familia, la sexualidad, el placer, el dolor y el abandono, sus trabajos siempre hacen referencia a la figura humana, y sus fragmentos, expresando temas traumáticos con raíz social que hablan de la traición, la ansiedad y la soledad.
“Me dedico al dolor para dar sentido y forma a la frustración y el sufrimiento. No puedo hacer desaparecer el dolor. Ha venido para quedarse”
A partir de los años 60 Louise se dedicó a la escultura en metal en grandes dimensiones; en 1973, después de la muerte de su esposo creó la gran escultura «Destrucción del padre». Empezó a ser reconocida e hizo varias exposiciones individuales, también empezó a formar parte de la Academia Americana de Artes y Ciencias de Nueva York. En 1982 el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA) dedicó por primera vez una retrospectiva a una mujer. Louise tenía entonces 71 años y había declarado:
«Todo mi trabajo, todo lo que hago está inspirado en mi infancia: ella no ha perdido su magia, su misterio». «Maman»
Hablaba de una araña gigante preñada, realizada en bronce y acero, y es la representación de la maternidad. La fascinación de Bourgeois por las arañas es notoria y sus esculturas monumentales, son uno de los ejemplos más conocidos y que le valieron el apodo de «Mujer Araña». Aparte de las arañas, esta gran artista también puso el acento en explorar la sexualidad, yuxtaponiendo los cuerpos femeninos y masculinos realizados con materiales textiles, con un lenguaje muy personal que algunos críticos, con grandes dosis de mala fe, lo consideran erótico.
Líquidos preciosos (1992)
En la década de los noventa, cuando tenía ochenta años, se dedicó a la creación de cámaras mágicas, una especie de celdas o grandes jaulas, en las que reunió objetos queridos y dotados de una fuerte carga emocional; celdas como lugares donde desentrañar recuerdos y traumas. La Instalación “Líquidos preciosos” conforma un espacio que invita al espectador a entrar. Es un habitáculo oscuro y cerrado, compuesto por un tanque de agua de cedro cilíndrico, como el que se puede ver en los tejados de Nueva York, en su interior alberga una cama y una composición de receptáculos de vidrio que contienen líquidos. Según la artista, estos los líquidos son los que el cuerpo humano produce cuando está sujeto a emociones tales como miedo, alegría, placer, sufrimiento, es decir sangre, leche, esperma y lágrimas.
Creadora audaz e independiente, transgresora e innovadora, todas sus obras han impactado al público, causando admiración y sorpresa y en 1995 se realizó una gran retrospectiva en el Museo de Arte Moderno de París que luego recorrieron el mundo entero: Londres, Burdeos, la Bienal de Venecia, Bruselas, Madrid. En el año 2003 se le concedió el Premio de la Fundación Wolf de las Artes de Jerusalén. En España su obra ha podido ser vista en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, en el Guggenheim de Bilbao, en La Casa Encendida de Madrid y en la antigua Galería «Soledad Lorenzo» entre otros.
Aparte del extensísimo listado de premios y agradecimiento, actualmente está reconocida como fundadora del Arte Confesional y una figura imprescindible en el Arte Contemporáneo.
A sus 98 años se encontraba preparando una exposición que se iba a realizar en Venecia, con más de 200 obras entre dibujos, lienzos, esculturas e instalaciones, cuando falleció en Nueva York con casi un centenar de años creativos a sus espaldas.
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