Nació en 1552 en Bolonia (Italia), fue hija Prospero Fontana, pintor de la escuela de Bolonia, que le enseñó el oficio. El estilo de Fontana fue, efectivamente, muy cercano al Manierismo tardío que practicaba su padre, ya que en sus primeras obras se observa claramente la influencia de Próspero, desarrollando un arte religioso claro, directo y fácil. Fue educada rodeada de grandes artistas como Ludovico Carracci, por ello utilizó en su obra colores fuertes que eran característicos de la escuela veneciana, pero que le proporcionó un bagaje con el que pudo desarrollar un estilo propio.
Autorretrato con espinela (1577)
Las mujeres que en esta época se dedicaron a la pintura sólo pudieron formarse en los talleres de sus padres y muchas se casaron con opintores del mismo taller. Este es el caso de Lavinia, el matrimonio resultó un gran apoyo para ella, ya que su marido se encargó de ayudarla tanto en sus labores artísticas, siempre se comentó que fue el autor de los fondos de sus obras, así como compartir responsabilidades en el cuidado de los once hijos que tuvieron, de los cuales tan sólo tres sobrevivieron a la madre. Como regalo de bodas para su marido Lavinia pintó su primer autorretrato en el que aparece tocando una espinela, obra que está considerada como una de las más destacadas de su producción, que se conserva en la Academia di San Lucca en Roma y que es un claro homenaje al realizado por Sofonisba Anguissola.
Durante 20 años, a partir de la década de 1580, Fontana fue la retratista elegida entre las mujeres nobles boloñesas y también pintó figuras importantes relacionadas con la Universidad de su ciudad natal. Adquirió gran fama y su nombre como artista se extendió por toda Italia. Al igual que su padre, Fontana obtuvo el reconocimiento gracias a sus excelentes retratos. En ellos, los modelos posaron de forma natural y destaca su gran capacidad técnica en la representación de los tejidos y las joyas.
En 1603, tras la muerte de su padre, fijó su residencia en Roma. Allí fue elegida pintora oficial de la corte del papa Clemente VIII y con la muerte de éste, en 1605 fue designada retratista de la corte del papa Paulo V.
Se puede apreciar su inconfundible estilo, el tratamiento del color, el gusto por los detalles y una sensibilidad especial en el tratamiento al presentar al personaje. Como cualquier pintor masculino, aceptó encargos oficiales y de particulares y pudo vivir de sus ingresos. Su producción es la mayor de una mujer antes del siglo XVIII. Se conservan, firmadas y fechadas, 32 pinturas, pero documentadas hay más de 135.
Gradualmente fue adoptando el estilo clasicista de los Carracci, contemporáneos y protagonistas de la escena artística boloñesa con su academia de postulados clasicistas opuestos tanto al manierismo como al naturalismo de Caravaggio, a quienes se unieron posteriormente Guido Reni y Domenico Zampieri. Recibió la influencia de artistas como Correggio y Scipione Pulzone.
Retrato de Antonietta González (1575)
Probablemente, el retrato de Antonietta González no sea una de sus obras más características, pero sí de las más celebradas, en ella se representa el prodigioso caso de una niña que padeció hipertricosis o síndrome de Ambras, una alteración genética hereditaria caracterizada por el crecimiento anormal de vello por todo el cuerpo, especialmente en el rostro.Fontana fue capaz de dejar a un lado la curiosidad científica para pintar un retrato infantil lleno de ternura. El vello que cubre el rostro de Antonietta pasa a segundo plano ante la intensidad de sus ojos, una mirada inocente y triste a la vez. Tal y como dice la carta que sujeta entre sus manos, una la niña que dejó su familia para irse a vivir a la corte de la marquesa de Soragna. Según parece, la historia de los padres de Antonietta inspiró el famoso cuento de «La Bella y la Bestia», y también la caracterización de la Bestia en la maravillosa adaptación cinematográfica que hizo Jean Cocteau de 1946.
También realizó obras de temática mitológica para las que tuvo que abordar tanto el desnudo femenino como el masculino. La realización de desnudos en sus pinturas resulta algo completamente inédito en la labor de una mujer. Ese estudio del cuerpo humano no sólo lo utilizó para la realización de obras mitológicas, también en composiciones religiosas como en “Cristo con los símbolos de la pasión” de 1576. Precisamente por haber representado desnudos masculinos y femeninos, Fontana es considerada como la primera mujer artista,. Trabajó dentro de la misma esfera que sus homólogos masculinos. Cabe destacar también que desarrolló una actividad artística fuera de un convento, compartiendo ese título con Artemisia Gentileschi que nació unos años después y de Sofonisba Anguissola que lo había hecho unos antes.
Retrato de Bianca degli Utili Maselli y sus hijos (1605)
Hasta su muerte en 1614 gracias su gran éxito artístico, consiguió una fortuna que utilizó en obtener una gran colección de antigüedades. Su reconocimiento fue tan notorio que en vida recibió numerosos honores, fue nombrada miembro de la Academia di San Lucca y en 1611 se acuñó una medalla en su honor realizada por el escultor Felice Antonio Casoni.
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