Aurelia Navarro nació en Granada en 1882. Concrétamente, se crió en la Plaza Nueva, fuente de inspiración entre el Generalife y el Albaicín. Allí tomaba apuntes desde bien pequeña, practicando con óleo, utilizando después estos radiantes jardines como fondos de muchas de sus obras de madurez.

Posible autorretrato (s/f)

Una inspiración que no tardó en salir de sus manos para asombro del mundo. Dicen los estudiosos que los jardines de Granada, sus formas geométricas y los colores de la ciudad fueron sus mejores maestros para plasmar la belleza sobre el lienzo.

Se formó en la Escuela de Artes y Oficios de Granada, allí tuvo una relación artística con Tomás Muñoz Lucena. Fue pensionada en Madrid por la Diputación Provincial de Granada. Quiso hacer su obra más visible y se presentó a las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes en 1904, con tan solo 22 años, obtuvo una Mención de Honor con “Sueño tranquilo”, estando presidido el Jurado por Joaquín Sorolla, al que tanto admiraba.Vista de “Una joven que vale mucho y que llegará a ser una pintora eminente”: Aurelia Navarro en la escena artística española de comienzos del siglo XX | Atrio. Revista de Historia

«Joven con mantón» (1905)

Colección Ignacio Navarro

En la de 1906 con la obra “Retrato de señorita”, obtuvo la Tercera Medalla del Jurado, presidido por Francisco Pradilla, mientras que en la Exposición Nacional de 1908 obtuvo otra Tercera Medalla por el cuadro “Desnudo”, convirtiéndose en una de las primeras artistas españolas en retratar un desnudo inspirado en la Venus del espejo de Velázquez. La obra gustó mucho a la crítica y al público y sobre todo, a la Infanta Doña Isabel, conocida popularmente como “La Chata”, que se entusiasmó con el desnudo y quiso conocer y felicitar personalmente a la autora, felicitada también por Julio Romero de Torres, con quien compartió gustos y conceptos estéticos.

“Los éxitos de la joven pintora en Madrid fueron negativos hasta el extremo de cortar su brillante y prometedora carrera artística, pues su padre al ver la popularidad que iba tomando y el acoso de la prensa, se la llevó a Granada”, cuenta Matilde Torres López, en su tesis doctoral sobre las artistas andaluzas del XIX.

Aurelia Navarro provenía de una familia adinerada. El éxito profesional de una mujer en esa época y los persistentes pretendientes, precipitaron la intrusión de la joven en la orden religiosa de las Adoratrices en 1923. Contaba sólo cuarenta años y fue destinada a Roma diez años después.Aurelia-Navarro

Desnudo (1908) 

Colección Diputación Provincial de Granada

Pero la vida religiosa conllevaba otra clase de limitaciones, que poco a poco fueron acabando con su vocación, reduciendo la tarea pictórica a temas de santoral y nuevas versiones de la fundadora. La última etapa de su vida transcurrió en Córdoba, en el Convento de las Adoratrices, donde murió el 9 de febrero de 1968.

“Este ejemplo de nuevo nos muestra cómo una mujer y su creatividad se ven doblegadas por las imposiciones sociales y peor aún por las familiares, que no vieron en su obra una expresión auténtica de ella misma, y una experiencia en la técnica avalada por sus maestros, sino el miedo a que se le reconociera y afectara a su moral, cerrando para ello todos los vínculos que tenía la artista con su entorno, el mundo artístico”, asegura Torres López en su estudio para la Universidad de Málaga.

Aurelia Navarro es la gran desconocida de la historia artística granadina. Rozó el maltrato de una sociedad que la condenó a encerrarse en otro tipo de vida en el que su genio artístico y su labor pictórica se perdieron poco a poco.

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