Nació en Bermersheim (Alemania) en 1098 coincidiendo con la primera cruzada en el seno de una familia noble y acomodada, fue la menor de 10 hermanos y entregada a la iglesia como diezmo a la edad de 8 años. Era un tiempo en el que las mujeres carecían de derechos fundamentales, consideradas siempre menores de edad, pasaban del poder del padre al del marido y no podía actuar nunca sin su permiso expreso, no hay que olvidar que a la Edad Media se le deben instrumentos y conceptos contra dignidad femenina como los cinturones de castidad o el derecho de pernada.
Según testimonios de la época Hildegarda fue una niña de constitución muy débil que sufría constantes enfermedades y que experimentaba alucinaciones. Según sus propias palabras, a los tres años tuvo la visión de una gran luz en la que se presentaban imágenes, formas, colores, y una deliciosa música mientras que una cálida voz le explicaba lo que veía. Por todo ello, entrar en un convento parecía el camino perfecto para quienes eligen una vida devocional. Al cumplir catorce años fue entregada su custodia a la condesa Judith de Spanheim, hija del conde Esteban II de Spanheim y ambas ingresaron como monjas de clausura en el monasterio masculino de Disibodenberg para su correcta educación.
La celda que le fue asignada se transformó paulatinamente en un pequeño monasterio, donde continuó su formación monástica rudimentaria dirigida siempre por Judith, a partir de entonces se auto consideró muerta al mundo exterior y se dedicó plenamente a la adoración contemplativa. Su celda era tan austera que su único contacto con su entorno consistía en una pequeña ventana por la que recibía la comida, en ella permaneció hasta los 38 años cuando su celadora murió. Judith falleció con fama de santidad tras haber llevado una vida de extrema austeridad y ascesis, que incluyó largos periodos de ayunos y penitencias corporales.
Hildegarda, pese a su juventud, fue elegida como abadesa de manera unánime por la comunidad de monjas y siguió dirigiendo su creciente convento desde su diminuta habitación. Había comentado sus visiones sólo a su educadora, pero aun teniendo reticencias para hacer públicas sus revelaciones, comenzó a escribir sobre ellas. La sombra de la herejía planeaba sobre ella, ya que si sus visiones no eran creídas, si sus superiores en la jerarquía las consideraban obra no de Dios, sino del demonio, peligraría no únicamente su credibilidad, sino también su integridad física. Con ese propósito trabajó arduamente para que sus escritos fueran aceptados oficialmente por la iglesia y finalmente el Papa Eugenio III la animó a continuar. Con su bendición, pudo completar su primera obra “’Scivias (Conoce los caminos)” que tardó diez años en escribir y que comprende 26 visiones con 10 grandes iluminaciones de página completas, así cómo varias capitulares historiadas y decorativas.
El hombre Universal
Fol. 9, Liber divinorum operum I, 2.
Podemos descubrir la depurada artista gráfica que escondía, ya que en cada una de esas imágenes aparece en una esquina, a modo de firma, su pequeño autorretrato mirando hacia arriba, tal vez como agradecimiento de la inspiración.
Cuando Hildegard fundó un segundo convento su creatividad floreció. La escasa cultura femenina de la Alta Edad Media que ha llegado hasta nuestra época se debe básicamente al producido en los monasterios y en los conventos, la música que acompañaba las celebraciones podían deberse a compositoras femeninas como es el caso de las ceremonias de consagración de las vírgenes. No en vano dos siglos más tarde se produjo en el Monasterio de las Huelgas (Burgos) uno de los grandes manuscritos polifónicos del medievo.
Afortunadamente la historia de la música ha reconocido la importancia de la obra de Hildegard, su música es principalmente monofónica, y exquisitamente angelical. Entre sus composiciones cabe destacar que escribió en 1151 el primer drama litúrgico “Ordo Virtutum” la única pieza teatral musical que ensambla texto y música, fue una forma de arte completamente nueva en aquellos momentos y que a lo largo de los siglos se convirtió en lo que hoy conocemos como ópera. Cerca de ochenta de sus composiciones han sobrevivido y a día de hoy siguen gozando de enorme interés y son difundidas, reproducidas y versionadas.
La maternidad que procede del Espíritu y del Agua. Ilustración del Scivias, II, 3. Códice de Wiesbaden.
Hildegard fue también científica, basando sus muchas disertaciones botánicas, médicas y geológicas en la cosmología griega y las relaciones entre los elementos, como en “Liber subtilitatum diversarum naturarum creaturarum” sobre las propiedades naturales de las cosas creadas). Supo describir y dar consejos sobre embarazos, estudió la formación de embriones y sus fases del crecimiento, e incluso formuló instrucciones para la asistencia en partos. También estudió las enfermedades psíquicas como la melancolía, sus tesis sobre esta enfermedad supusieron una de las concepciones más originales de la época. La parte más desconcertante, surrealista y contradictorio, de sus estudios son sus consideraciones sobre el orgasmo femenino en su obra “Causa et curae” en la que se atrevió a describir el acto sexual como una unión que iba más allá de la procreación, teniendo especial consideración con la condición social y la educación de las mujeres.
Hildegarda fue revolucionaria por muchas razones y dejó atrás un legado de obras artísticas de diferentes disciplinas atemporales, también influyó en el mundo de la política y la diplomacia. Su vida fue un triunfo inspirador: para el arte, la música, la espiritualidad y la feminidad. En el 2012 fue nombrada Doctora de la Iglesia.
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