Liliana Maresca nació en Avellaneda Buenos Aires (Argentina), en 1951. Se independizó a los 19 años y se instaló en el barrio Belgrano. Cursó estudios en la Escuela Nacional de Cerámica y tomó clases de pintura, de dibujo y de escultura.
Dueña de un temperamento poco convencional, Liliana eligió espacios atípicos para sus Acciones. En 1985 organizó en un lavadero automático una exposición colectiva que tituló “Lavarte”. Dentro de esta tónica expuso en la Facultad de Filosofía y Letras un objeto compuesto por libros desencuadernados que integraba la mítica serpiente que se devora a sí misma. Estos eventos la vincularon al movimiento neodadaísta de los sesenta, cuando el arte, abandonando los templos que le estaban destinados, irrumpió con sus happenings en la vida cotidiana.
En su casa en San Telmo acogió a una comunidad de artistas en plena efervescencia cultural al término de la dictadura argentina, que encontraron espacio para realizar happenings.
Su obra de aquella época se caracteriza por las pequeñas formas geométricas en bronce que, contenidas en una caja de madera. Ésta y otras obras similares integraron la serie “No todo lo que brilla es oro”, muestra que realizó en la galería Adriana Indik en 1989.
Fotoperformance (1983)
En ese mismo sentido empleó grandes formatos para la instalación “Ecuación-El Dorado” en la exposición “La conquista” en el Centro Cultural Recoleta en 1991, ambos fueron eventos multidisciplinarios organizados por Maresca, que involucraron a muchos artistas que sumaron expresiones en un proyecto común.
“Recolecta” fue una instalación que tiene como motivo central un carrito de cartonero que sirvió para señalar la marginación social y anticipa en diez años, con la certeza del arte, una problemática aterradora. Sin embargo la transmutación del carrito, desdoblado en otros componentes de la obra, como en un monumento blanco o en pequeñas réplicas de oro y plata, superan la mera denuncia. Allí el arte exhibió su poder de transfiguración que en muchos casos Maresca representó con operaciones rituales o alquímicas.
En 1993 tomó fotografías eróticas performativas para la revista El libertino, aparecidas bajo el título “Maresca se entrega todo destino”, tienen un sentido similar. Durante año realizó otra operación donde los medios gráficos de comunicación actuaron, ya no como soporte, sino como motivo.
En la instalación «Imagen pública – Altas esferas» se sirvió del archivo gráfico del diario Página 12. Ampliaciones fotográficas de los protagonistas de las noticias argentinas de la última década, ambientaban paredes y techo de una sala del Centro Recoleta, cubierto con estas gigantografías.
Vista de la exposición `LILIANA MARESCA: EL OJO AVIZOR. OBRAS 1982 – 1994´ Museo Moderno. Buenos Aires
En el centro de la sala se erigió una especie de altar escalonado en cuya cima un cuenco recibía el goteo incesante de un líquido rojo. Una metáfora de la extraña mezcla de tinta y sangre que en nuestra sociedad mediática compone el cuerpo de las noticias, se convierte en tributo pagado a aquellos rostros que adquirieron su notoriedad merced a las peripecias de los ciudadanos. El tono crítico se tornó sarcasmo cuando Maresca incluyó sobre estas fotografías la imagen de su cuerpo desnudo en postales y afiches-catálogos que acompañaron la muestra.
Falleció por haber contraído SIDA en Buenos Aires en 1994, cuando apenas contaba 43 años. No pudo asistir a la inauguración de “Frenesí”, una exposición retrospectiva de su obra realizada en el Centro Cultural Recoleta, para entonces era ya considerada como una artista de culto.
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