Georgia O’Keeffe nació en 1887 en Sun Prairie, Wisconsin (Estados Unidos). Su padre fue un emigrante de origen irlandés y su abuelo materno un conde húngaro que también se instaló en Estados Unidos. Georgia se crió en una familia del medio rural que se dedicaba a la producción láctea, fue la segunda de siete hijos.

A los diez años decidió convertirse en artista, por lo que desde esa edad comenzó a recibir formación, su primera maestra fue la acuarelista local Sara Mann. A finales de 1902 la familia O’Keeffe se trasladó desde Wisconsin hasta Virginia, pero la incipiente artista se quedó en la ciudad que residían con su tía y asistió a Madison High School, entre 1905-1906 siguió formándose en la Escuela de Arte del Instituto de Chicago, bajo la dirección de John Vanderpoel, pero debido a la fiebre tifoidea, tuvo que dejar su educación.

En 1908 O’Keeffe descubrió que no podría financiar sus estudios. Su padre se había declarado en quiebra y su madre estaba gravemente enferma de tuberculosis y tampoco estaba interesada en crear una carrera como pintora basada en la tradición mimética, que había sido la base de su formación artística. Por todo ello, se vio obligada a abandonar los estudios y a comenzó a trabajar como ilustradora en una publicación de Chicago. A partir de 1911 fue maestra de arte de educación primaria, tarea que compaginó con la asistencia a los cursos de verano de Alon Bement en la Universidad de Virginia.

Iris blanco (1930)

Durante 1914 residió unos meses en Nueva York y desde ese momento tomó contacto con la vanguardia neoyorquina por medio de las revistas Camera Work y 291, que editaba Alfred Stieglitz, el fotógrafo que luchó por elevar a la fotografía al nivel de las Bellas Artes.

Desde que coincidieran en la universidad, mantuvo amistad con la sufragista Anita Pollitzer, en 1915 le envió ejemplos de sus primeras obras abstractas sobre papel, que impresionada por la sensibilidad plasmada en esas obras escribió un libro titulado «Una mujer sobre papel: Georgia O’Keeffe».

Decidida a dar expresión visual a sus emociones, hizo abstracciones basadas en motivos naturales, que impresionaron también al fotógrafo, que le organizó su primera exposición individual en 1917; de ahí nació una intensa relación tanto personal como profesional. Stieglitz realizó una serie de fotografías con Georgia como modelo que se descubrieron como un auténtico estudio del cuerpo de la mujer, pero también del cuerpo de la artista y, sobre todo, del cuerpo de la amada, cuya figura está representada con magia y erotismo.  Desde 1918 convivieron y en 1924 contrajeron matrimonio. A partir de ese momento y hasta 1946, año de la muerte de Stieglitz, expuso su obra prácticamente cada año en sus diferentes galerías.

Durante la década de 1920 Georgia O’Keeffe llegó a su madurez artística, que se manifestó en una particular combinación de simbolismo, abstracción e interés por la fotografía, aparecieron sus flores de gran formato, que pronto se convirtieron en su signo de identidad. Poco después comenzó una serie de paisajes urbanos que tenían como protagonista a la ciudad de Nueva York vista desde la ventana de su apartamento, en el piso treinta y tres, del Shelton Hotel.

Oriental Poppies (1927)

En 1929 visitó por primera vez Nuevo México, donde acabó viviendo a partir de 1946 (año de la muerte de Stieglitz). Durante los años treinta y cuarenta, amplió su repertorio de imágenes y pintó huesos y cráneos de animales, paisajes de Nuevo México o de su casa de puro abobe.

En 1953 visitó Europa por primera vez y empezó a viajar mucho; los viajes en avión le aportaron nuevas imágenes: rascacielos con nubes y vistas aéreas del territorio. Ganó numerosos premios y realizó exposiciones en Estados Unidos.

Su primera retrospectiva fue organizada por el Whitney Museum of American Art de Nueva York en 1970, lo que supuso el espaldarazo definitivo para el unánime reconocimiento del mundo del arte más influyente.

Ram's Head White Hollyhock and Little Hills (1935) Georgia O'Keeffe

Ram’s head white hollyhock and

little hills (1935)

Pese a que se encontraba parcialmente ciega y con la salud muy deteriorada, siguió pintando, pero en los últimos años su producción ya es muy escasa, pese a ello lo hizo hasta su muerte, que sucedió a sus 99 años.

A Georgia O’Keeffe se la reconoce como la pintora de la sexualidad femenina. Sus obras invitan, jugando con las escalas, a contemplar las formas y texturas interiores de las flores a tamaño gigante y su correlación con las de los órganos sexuales de la mujer, y esta relación también se establece como símbolo de la fecundidad en el mundo vegetal.