Maria Luisa Caterina Cecilia Hadfield nació en Florencia, Italia, en 1760. Su padre, de origen inglés, y su madre, italiana, montaron una posada en Livorno y el éxito de la misma les llevó a abrir dos más en la zona de la Toscana y enriquecerse rápidamente. Sus negocios eran frecuentados por aristócratas y acaudalados por lo que desde pequeña María frecuentó estos círculos.

Autorretrato (1787)

Los Hadfields tuvieron ocho hijos, de los cuales cuatro fueron asesinados brutalmente por la niñera que los cuidaba y que fue capturada y condenada a cadena perpetua. Aquella circunstancia extrema marcó para siempre la vida de María convirtiéndola en una superviviente luchadora. Desde pequeña María demostró grandes dotes musicales y artísticas. Estudió dibujo, música e idiomas y se dedicó a copiar a los grandes maestros de la Galería de los Uffizzi y por su esfuerzo y calidad del trabajo, fue elegida para ampliar su formación en la Academia de Bellas Artes de Florencia en 1778.

Siendo adolescente falleció su padre, María sucumbida en la tristeza, manifestó un fuerte deseo de tomar los hábitos pero poco tiempo después desestimó la idea. En 1779, teniendo ella 19 años, y transcurridos tres de la muerte de su padre, su madre decidió que se trasladaban a vivir a Inglaterra, estableciéndose en Londres. Allí  conoció a Angelica Kauffmann, también artista y con cierto reconocimiento entre la sociedad inglesa. Angélica  se convirtió en su mentora y la presentó e introdujo en el círculo intelectual londinense del S. XVIII, consiguiendo que en 1781 expusiera mostrando tres obras. “Rinaldo”, “Creusa apareciendo a Eneas” y “Como la paciencia en un momento sonriendo al dolor”, obras inspiradas en temas mitológicos que en aquellos tiempos únicamente trataban los artistas masculinos, quedando las mujeres relegadas a pintar bodegones, floreros, retratos y todo tipo de artes consideradas “menores”. Por ello, María despertó el desconcierto y la admiración, triunfando con  un género que estaba vedado para las mujeres. Con tan solo 21 años, María una joven italiana había triunfado entre la  exquisita élite cultural londinense.

File:Georgiana Cavendish, Duchess of Devonshire as Diana.jpg

Poco antes de la exposición Angilca Kauffman presentó a María al pintor Richard Cosway. En  la Inglaterra del XVIII las posibilidades de la mujer eran tres: prostituta asociada al placer, virtuosa casada o solterona dedicada a la caridad. María optó por la segunda desconociendo que el casamiento la llevaba a convertirse en una única persona representada por el hombre.

Georgiana Cavendish, Duquesa de Devonshire

representando a Diana (1781-1782)

Richard Cosway era  miembro de la Royal Academy y famoso por sus retratos en miniatura de la aristocracia de Londres, incluida la familia real. Cosway también era coleccionista y conocedor de pinturas, dibujos, esculturas y arte decorativo de Bartolozzi, y sus deberes como pintor principal del Príncipe de Gales incluían la supervisión de la colección real. Richard era poco agraciado físicamente, tenía 42 años y magníficas relaciones sociales; María con tan solo 21 años, preciosa, chispeante y llena de vida era su polo opuesto pero ambas familias acordaron un matrimonio de conveniencia que, le rejuveneciera y diera un hijo a él e introdujera a ella en la clase acomodada. Ese mismo año se casaron. María se convirtió en la “Diosa del Pall-Mall”, entreteniendo a sus invitados con conciertos y recitales, en una mujer objeto y consorte anulada por su marido, un florero en medio de un frívolo salón que le ahogaba.

Pese a los intentos de él por ser parte activa de la élite británica su carácter afeminado, libertino,  la fama que tenía de “comportarse como un mono”, unido a  su ideología próxima a los ideales de la Revolución Francesa, le condujeron a abandonar la Isla Británica para instalarse en 1786 en París junto a María. En la capital francesa María se empoderó con los aires revolucionarios. La frescura parisina le llenó los pulmones. Visitó Versalles, el Louvre, Marly, el retiro de Luis XIV, el Palacio Real, San Germain, la Columna en el Dèsrt de Retz y conoció a Thomas Jefferson que fue posteriormente, entre 1801 y 1809, presidente de Estados Unidos y que había quedado viudo cuatro años atrás. Jefferson quedó prendado de María y aunque la relación entre ambos no fue romántica ni amorosa lo cierto es que devolvió a María la autoestima.

File:Mort de miss Gardiner IMG 2313.JPGLa muerte de la señora Gardiner (1789)

En 1787 pintó un autorretrato en el que revelo su pataleo en el suelo pegajoso al que la habían sometido, su enfado con las prohibiciones de ejercer su profesión y su protesta contra la castración de la mujer por razón de sexo. María se autorretrató con un espectacular vestido en satén dorado, con corsé y panier que sobresale. La fastuosidad de las prendas se contrapone con la actitud de la protagonista que, bajo un cielo negro con una tormenta a punto de estallar, se nos presenta joven, solemne, sin ninguna coquetería y frustrada mirándonos seria, enfadada, con los labios fruncidos en señal de disgusto y los brazos cruzados y desprovistos de pinceles, pentagramas o dotes intelectuales. Se nos muestra disgustada ante el marido que no le permite ser una profesional. Una imagen sin proyectos, sin sueños ni entusiasmo, una imagen derrotada al servicio de un esposo machista, déspota y envidioso. Una imagen decidida a decir Basta ya!

Aunque la relación entre Richard y María era distante, además de ser conocidas las relaciones extramatrimoniales de éste, la pareja decidió en 1791 regresar a Inglaterra, instalándose en Strattford Place. Aunque con residencia allí, María siguió viajando por todo el continente, cultivando contactos en el mundo del arte. La pareja finalmente se separó y el matrimonio fue anulado.

Grabado de Francesco Bartolozzi de la pintura de

Maria Cosway «Las horas» (s/f)

En 1803, en Lyon, María fundó un colegio para enseñar y formar a niñas. Funcionó hasta 1809. El duque de Lodi, que lo conoció, la invitó a fundar otro en dicha ciudad que se inauguró en 1817  con el nombre de “Collegio delle Grazie” y en el que ejerció viviendo y enseñando hasta su fallecimiento en 1838. En recompensa a su labor a favor de la educación de las niñas, el emperador de Austria Francisco I, en 1834, la nombró baronesa. El colegio sigue en funcionamiento.

En una época dónde había importantes restricciones a la formación de las mujeres María Cosway creó una institución dónde además de buena moral y vida social, las niñas aprendían lengua italiana, caligrafía, aritmética, historia y geografía con la intención de que fueran una aportación para la sociedad.

 

Una biografía de Esther Tauroni Berbabeu, extractada del artículo

https://tribunafeminista.elplural.com/2019/01/pataleando-en-el-suelo-pegajoso-el-autorretrato-de-maria-cosway/