María Esther Ballivián nació el 13 de junio de 1927 en la ciudad de La Paz (Bolivia). Hija de Rafael Ballivián y Rosa Iturralde; nieta de Elisa Rocha Ballivián, quien fue su maestra y primer acercamiento a las artes. María Esther Ballivián fue uno de los primeros nombres femeninos en tener relevancia en el ámbito de las artes plásticas nacionales.
Su padre fue cónsul de Bolivia, por lo que junto a su hermana Lía y su hija viajaron por Europa. En dichos viajes, Lía Ballivián le introdujo el gusto hacía los museos. Al regresar al país, María Esther inició estudios en la Escuela Superior de Bellas Artes de Lima, ya que su padre fue nombrado embajador en el Perú ese mismo año.
Volvió a La Paz en 1946 y se inscribió a la Academia de Bellas Artes Hernando Siles, ahí decidió que se dedicaría plenamente a la pintura. María Esther ya contaba con un gran futuro, pero su pasión por el arte la llevaría más allá. Entre todos aquellos que observaban y criticaban su arte, su más respetado y severo crítico fue Luis Perrin, su esposo con quien compartía su amor por el arte. Se casaron en 1949 y su matrimonio duró 28 años.
Mujeres trabajando la tierra (s/f)
En 1952, con él estalló la revolución, se introdujo en el ámbito social. Impulsada por los acontecimientos que vivía el país, pintó escenarios callejeros como un reflejo de la realidad y de las razones de la revolución, así como también una crítica al acontecer político y social.
Perteneció al Grupo de 1953, junto a muchos otros artistas, quienes fueron influenciados por esa época. María Esther se expresó a través de su arte, dejándose llevar; sus pinturas eran un conjunto de formas y colores, había un equilibrio entre los elementos que la componían.
Un año más tarde viajó a Chile, donde permaneció tres años. En Santiago se adentraría en el estilo conocido como post cubismo, interesándose en este tipo de arte y adoptándolo; así también aprendió la técnica del grabado. Más adelante, por 1957, obtuvo una beca en París, Francia, para continuar con su trabajo; ahí vivió con su esposo hasta 1960. En este mismo año nació su hija, Marie France.
La embajada del Brasil concedió a María Esther una beca en el Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro, para perfeccionar su habilidad y estudiar la técnica del grabado en metal. A pesar de tantos viajes y de haber permanecido en el extranjero por varios años, Ballivián nunca olvidó su país, por lo que volvió a Bolivia. Al regresar comenzó a representar desnudos, pese a que los artistas de la época no incursionaron en este ámbito.
Sembradíos de coca en los Yungas (s/f)
Por otro lado, esta no era una representación anatómica como tal, no era descriptiva, sino que la idea, la intención era más abstracta, María Esther llevó esa abstracción a la figura humana. De igual manera, fue una precursora del feminismo en el país, gracias a la influencia de Simone de Beauvoir, reflejó su personalidad en sus pinturas, en su taller y en su vida cotidiana.
En 1967, desempeñó su faceta de docente en la Facultad de Arquitectura y Artes Plásticas en la Universidad Mayor de San Andrés, en las asignaturas de pintura y grabado. La pintora sería una de las primeras, ya que el arte se incorporó a dicha facultad en 1964; también fue una de las principales impulsoras para que las artes se enseñen en la universidad y fue directora de la Carrera de Artes Plásticas.
María Esther Ballivián falleció repentinamente a los 50 años en la ciudad que nació. Fue de manera trágica, ya que se encontraba en su apogeo, en el momento más alto de su carrera, cuando ya había incursionado en los desnudos femeninos, enseñando a nuevos artistas, siendo reconocida nacional e internacionalmente. Poseedora de un talento innato, nos dejó sus lienzos como su gran legado.
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